viernes, 26 de octubre de 2012

Capítulo 30

Entramos en un bar, no muy grande, pero sí muy acogedor.
-Christian, cuánto tiempo. ¿Qué quieres, cielo? Uy, qué chica más guapa, ¿tu novia?
-Una hamburguesa de las de siempre con patatas, por favor, preciosa. Sí, ¿qué te parece?
-Pues muy guapa. Se la ve maja. ¿Qué quieres tú, pequeña?
Aún estoy en estado de shock, intentando asimilar que Christian le ha dicho que somos novios. ¡NO LO SOMOS!, me entran ganas de gritar. Respiro hondo.
-Lo mismo que él, por favor.
-Vale, sentaros.
Nos sentamos en una mesa, no muy alejada, pero sí solitaria.Nos ponemos uno en frente del otro y decido que mirar por la ventana es mejor que mirarle a él.
-¿Qué te pasa, princesa?
-No me llames princesa, no me llames muñeca, no me llames nena, ¡no me llames! Esto sólo es una pantomima para que tus padres te dejen en paz, ¡y se lo vas diciendo a todo el mundo!
En ese momento me doy cuenta de lo sumamente enfadada que estoy.
Christian me mira como pidiéndome que baje la voz.
-No pensé que te fuera a sentar mal que se lo dijera a Emma, tampoco es algo del otro mundo teniendo en cuenta que hemos entrado de la mano.
-Estoy flipando, te estás creyendo tu propia mentira. Christian, tú y yo no estamos juntos, ¡deja de creértelo!
-No me creo nada, sé que no estamos, pero para un día que somos "novios" pienso aprovecharlo. Un día es un día, Katthy, deja de poner mala cara y sonríeme un poco, anda. Sabes que no voy a hacer nada que tú no estés deseando.
Llega la comida y me lanzo a por ella. Estoy muerta de hambre, tanto enfado me da hambre.
Terminamos de comer y le veo que me está mirando. Le miro y sonríe. Me río de lo absurdo de esta situación. O quizá es automático al ver sus sonrisa. Eh, Katth, no. Para ya.
-Eh, ¿nos vamos?
-¿Qué hora es?
-Las tres.
-Todavía queda un rato.
-Pero vamos a dar una vuelta, anda.
Accedo, al fin y al cabo todavía me queda un rato de respirar. Andamos hasta un pequeño parque. Nos sentamos en un banco, soltamos las mochilas y se me queda mirando.
-¿Qué quieres ahora?
Demasiado borde. Intento arreglarlo.
-Quiero decir...
-Sí, que por qué te miro. ¿No crees que deberíamos empezar a hacernos pasar por novios para que luego no nos pille de sorpresa?
-¿Qué quieres, Christian?
-No, es más bien qué quieres tú.
Le tengo a tres centímetros. Todo mi cuerpo se estremece. No consigo pensar, no consigo reaccionar.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Capítulo 29

Clases. Las 14:04. Un minuto para salir de este infierno. Ya no estamos castigados, pero es casi peor el tener que ir a casa de Christian. ¿Hacerme pasar por su novia? ¿Qué se ha creído este imbécil? 
Empiezo a recoger mis cosas y veo que me mira de reojo. Él está sentado con Tábata, pero ella parece no darse cuenta de la situación. 
Suena el timbre y salgo, esperando no encontrarme con Mille para no tener que inventarme ninguna excusa. Por si acaso pienso alguna. Algún trabajo, pero insistirá en ayudarme. Cumpleaños, pero sabe que no tengo amigos, precisamente. Bueno, me llevo bastante bien con Alex, el chico que se sienta a mi lado en clase. Pero no cuela. Dios, ¿qué hago? Salgo lo más rápido que puedo del instituto y todo va bien hasta que se acerca por detrás, me abraza y me da un beso en la mejilla. Me giro, queriendo no hablar con él, pero es Christian.
-¿Qué haces, imbécil?
-Están ahí mis padres, preciosa. Así que sonríeme un poquito.
-Tenía entendido que yo iba a tomar café nada más. 
-Sí, pero como no sabrías llegar a mi casa les he convencido para que vengan a por nosotros.
-Pero mi madre...
-Tu madre ya está avisada. 
No tenía derecho, no tenía ningún derecho. Esta situación no me gusta nada. Pero nada de nada. Estoy cabreada, y sé que se me nota. Cuando algo me sienta mal, no lo puedo ocultar. Intento que no se note mucho, no quiero que Mille se entere de esto.
Noto que Christian me coge la mano y le dejo. Empezamos a andar y me doy cuenta de que en realidad no es tan malo. Sólo actúa por su bien, pero en ningún momento me ha tratado especialmente mal. Y recordando todos los momentos, la mala he sido yo. Y he llegado a cabrearle mucho. Y aquí estamos. De la mano, yendo hacia su coche. La verdad es que si cualquiera no nos conoce, pensaría que somos novios. Decido que voy a intentar estar bien con él. Será lo mejor, sin duda.
Seguimos andando durante al menos diez minutos, nos hemos alejado mucho del instituto. Iba tan embobada que no me había dado cuenta de que no sé dónde estoy.
-¿Y tus padres?
-Supongo que en casa.
-¿Como que supones? ¿Dónde estamos?
-Sí, supongo. Tú y yo vamos a tomar café con ellos. De comer no dije nada. 
Me paro en seco y le suelto la mano. ¿Qué está pasando?
-Antes me has dicho que estaban tus padres y que venían a buscarnos.
-Estaban para buscar a mi hermana. Y vienen a buscarnos a las cuatro al instituto. Así que si quieres comer, date prisa, muñeca.
Respiro hondo. La verdad es que me muero de hambre. Decido confiar en él, aunque quizá no debería.
Me vuelve a tender la mano.
-¿Vienes, nena?

sábado, 25 de agosto de 2012

Capítulo 28

Una foto. De los dos. Besándonos. ¿Cómo puede tener algo así? ¿De dónde lo ha sacado? No puede ser. No puede tener algo así. No puede.
-¿Qué es esto?
-Se ve claramente, nena. Tú y yo. Besándonos. ¿No lo recuerdas? Espera, que aquí tengo más.
Me pasa un taco de fotos. Los dos limpiando el uno al lado del otro. Yo sentada encima suya en el baño. Los dos tirados en el suelo del pasillo. Los dos mirándonos a los ojos.
-Yo, si fuera tu novio y viera algo así, te dejaría. Este es mi silencio.
-¿Cómo has conseguido esto, Christian?
-Hay cámaras por todo el instituto. Si sabes cómo colarte y conseguir las cintas, lo puedes conseguir. Agradece que robara también la cinta en la que sales partiéndome la nariz. De nada, muñeca.
-¿Muñeca? Lárgate de aquí ahora mismo.
-No, no, no. Ésa no es la forma de tratar a alguien que te está ahorrando una gran expulsión. Prueba otra vez.
-Vete de aquí, por favor.
-Sigue sin serlo, nena.
-¿Qué quieres, Christian?
-Un favor sin importancia. Mañana a eso de las cuatro irás a mi casa, tomarás café con mis padres, te harás pasar por mi novia y harás como que estás enamoradísima de mí. A cambio, te concedo un mes de paz.
-¿Que me haga pasar por tu novia? No pegamos ni con cola, chaval.
-Pues tendremos que pegar, así que dedícate a sonreírme y aceptar mis besos.
-¿Y si no...?
-Mille lo sabrá todo.
-Eres un cabrón. 
-Ehh, recuerda que me quieres, nena. Dame un beso, que me voy.
Le lanzo el primer muñeco que veo y se vuelve a ir por la ventana riéndose.
Cierro con fuerza la ventana y me siento en la cama muerta de rabia. Es un imbécil. Un completo imbécil. Tengo que conseguir saber dónde tiene las fotos originales y borrarlas, romperlas o quemarlas. O todo a la vez. Que asco de chaval. ¿Hacerme pasar por su novia? ¿Para qué? Si él está con Tábata... Dios, Tábata. Me matará si se entera de esto. ¿Y Mille? Debería contárselo yo primero. Pero puede pensar que le estoy mintiendo. Y en las fotos se nos ve demasiado empalagosos. 
Una bomba nuclear, y fin de todo. En fin. Debería dormir.

viernes, 24 de agosto de 2012

Capítulo 27

El viaje de vuelta se me hizo bastante corto. Agarrada a su mano, con la cabeza apoyada en su hombro mirando el paisaje. ACDC de fondo.
Cuando llegamos, su padre se fue a casa y él me acompañó a la mía. Llevaba mi mochila y aún seguíamos de la mano. 
-Pues ya estamos. Se me ha hecho todo muy corto, princesa.
-Menos por la parte de mi padre... sí. Bastante. Esta noche te echaré de menos en mi cama.
-Bueno, me puedo escapar como estas tardes para estar contigo, preciosa. 
-No quiero que te cuelguen por mi culpa, me sentiría algo culpable. 
-¿Algo culpable? Vaya, ya veo lo mucho que me qui...
A mitad de su palabra le beso. No podía más. Llevaba mucho sin hacerlo. Cada beso suyo es una parada de mi corazón. No siento nada más que su boca en la mía. Sus manos en las mías. Su sonrisa en mis labios. Es todo tan surrealista que me siento en un sueño. ¿Despertarme? JAJAJA. Ni de coña. No he sido más feliz en mi vida. No me habían dolido las mejillas de tanto sonreír desde hace muchísimo tiempo. Le quiero. Le quiero como a nada. Le amo como a nadie. Le necesito como al aire. Le adoro como a un puto dios. ¿Que esto me puede hacer daño? Sí, lo sé. Asumí todos esos riesgos la primera vez que le besé. Era un juego. Todo es un juego. Tengo más posibilidades de perder que de ganar. Pero no me rendiré fácilmente. Nunca había tenido tanto en tan poco. 
Seguimos abrazados. Pensando en lo muchísimo que hemos vivido en dos días. 
-Bueno, pequeña, deberías volver. Tu madre se asustará. Mañana te veo. Te quiero, pequeña.
Me da un beso en la frente, me suelta la mano y se va.
Yo entro en casa y subo a mi cuarto. Suelto la mochila, me tiro en la cama y me empiezo a reír como una histérica feliz.
-Guau. Creí que no llegarías nunca, Katth.
Me asusto. ¿De dónde viene esa voz? Es...es... No, no puede ser él. Debo de estar soñando. En una esquina de la habitación, sentado en el suelo, con un papel entre las manos está él. ¿Qué hace aquí? No puede estar aquí. ¿Cómo ha entrado? La ventana, joder, la ventana. Tengo que hacer algo para que se me dejen de colar los pives en casa.
A este paso, mi madre creerá que me monto orgías con sólo tíos.
-¿Qué haces aquí?
-Tenemos tú y yo algo pendiente. Tú me debes algo, y lo sabes.
-No te debo nada.
-Sí, sí me debes. Mi silencio tiene un precio, nena.
-¿Tu silencio? ¿Para qué quiero yo tu silencio?
-Tú sabrás qué me llevo callando estas semanas. ¿O hace falta que te refresque la memoria?
Deja el papel que tenía entre manos encima de mi mesa. Lo miro y veo que es una foto. De los dos. 

miércoles, 22 de agosto de 2012

Capítulo 26

Me dediqué a buscar toda mi ropa por la casa, que aún seguía esparcida. Iba recordando cada momento de estos dos días mientras lo hacía. 
Cada sonrisa, cada mirada, cada beso, cada palabra, cada nota, cada grito, cada lágrima, cada abrazo, cada historia, cada regalo. A él. 
Sonrío mientras noto que mis ojos se humedecen. Tiemblo al pensar en lo que podía haber pasado y sin embargo ha ido todo bien. 
¿Estar loca por él? Ahora mismo no hay palabras que demuestren lo que siento y lo que lo necesito. Dormir a su lado ha sido como lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. 
Sus dedos jugando con mi pelo. Su mano agarrada a mi cintura para que no me cayera. Sus ojos verdes en frente de los míos. Su pelo haciéndome cosquillas en la cara cuando se movía. Mis manos sobre su tripa jugueteando.
Nunca pensé que estaría así con un chico. No me había llegado a imaginar lo que es estar tan sumamente enamorada de alguien. 
¿Quererle? Le quiero a tres centímetros de mí como muy lejos. Le quiero metido en mi cama a todas horas. Le quiero besar hasta quedarme sin labios. Le quiero comer a besos. Le quiero abrazado a mi cintura prometiéndome el mundo. Le quiero de la mano dando un paseo. Le quiero mirar a los ojos y perderme para siempre. Le quiero como si no hubiera sabido lo que es querer hasta que le conocí.
¿Que en un principio era todo un juego? Sí, está claro. No soy de las que besan a un chaval al segundo día de conocerle. Aunque bueno. Con él y con Christian... ¿Qué hago pensando en Christian? ¿Qué hago malgastando mi tiempo acordándome de él? Yo no quiero a Christian. Y si le besé fue porque él me besó a mí. Estaba muy cabreado ese día. Sí, lo estaba. Y me hubiera llevado bien con ese chico si el imbécil de mi padre no hubiera aparecido por la puerta. Me da igual que me vea besándome. Me da igual que vea cómo beso a dos el mismo día. No estaba saliendo con Mille aún. Pero no tenía derecho a montarme el numerito que me montó. No le conté nada a mi madre, a pesar de la insistencia de Mille. Lo que me faltaba para terminar de ponerme en contra a ese hombre que sólo me quiere joder. Acabaremos muy mal. 
-Mi padre llega en media hora, preciosa. Yo me daría prisa.-Mille me devuelve al mundo real.
Me agarra por detrás, me abraza por la cintura y apoyo la cabeza en su hombro. ¿Cómo no le voy a querer si es lo más maravilloso de este mundo? 
-¿Has terminado de recoger?
-Estoy en ello. No encuentro mi sujetador.
-¿El negro que llevabas ayer?
-Sí, ¿sabes dónde está?
-Me he permitido el lujo de apropiármelo. Como decías que no tenías nada que regalarme, ya lo he encontrado yo.
Le miro a los ojos y veo que dice la verdad. Me ruborizo al instante. No puedo con este hombre. 
-Pues deberías de saber que ando escasa de sujetadores, así que deberías devolvérmelo. Porque si no me veré en la obligación de quitarte unos de tus calzoncillos, que por cierto, son muy cómodos.-Le guiño un ojo y veo su cara de sorpresa.
-¿Tienes tú los negros de dibujos?
-No lo sé, a lo mejor me confundí y me puse eso en vez de mis bragas.-me subo la falda para que los vea y me suelta. Me empiezo a reír y por no variar salgo corriendo.
-Eres una ladrona, pequeña.
-Yo creo que estamos en paz.

jueves, 16 de agosto de 2012

Capítulo 25

-¿Qué haces?
-Llamar para que vengan a por mí.
-Dame ese teléfono.
-¿También me quieres quitar esto? -repliqué con lágrimas en los ojos que no pensaba darle el gusto de ver caer.
-No. Quiero que me escuches. Dámelo. 
-No te lo voy a dar. -empecé a marcar.
Se acercó y me lo quitó. Colgó y me miró.
-No van a venir a buscarte. No voy a dejar que te vayas así.
-Estoy genial. Dame el teléfono.
-Ya deberías de saber que a mi no me engañas Katthy.
¿Katthy? Creía que ahora para él era Kattherine sin más.
-No sé a qué te refieres. 
-Me he pasado. Soy un estúpido, lo sé. Sé que lo que has hecho ha sido por mí y por mi bien. Tu padre no es precisamente majo. Y sé que me odia y buscará cualquier motivo para separarnos. Lo siento, lo siento muchísimo. Por favor, perdóname. Sé que me he pasado mucho, y sólo te pido que me perdones, si no quieres volver conmigo, está bien. Lo aceptaré por mucho que duela.
A medida que hablaba intentaba formar un muro alrededor mío para que sus palabras no me atravesaran, que no me hicieran mella. Pero no dio tiempo a que el cemento se secara cuando él me invadió como un jodido tsunami. Derrumbó todo el muro. De los cimientos al tejado. Notaba mis mejillas enmudecidas y no sabía cuándo había empezado a llorar. No puedo estar cabreada con él. No puedo.
-Está bien. Te perdono.
Me devuelve el móvil y pienso muy rápidamente qué hacer. Llamar para que vengan a por mí sería la mejor opción, pero como soy una jodida kamikaze, decido quedarme con él.
Me acerco a él muy despacio. Él tiene la cabeza agachada y me parece que está llorando. La verdad es que hoy desde lo de su hermana ha estado muy raro. Muy sensible y susceptible. En parte es culpa mía. Estoy al lado suya. Le cojo las manos, entrelazo mis dedos con los suyos e intento mirarle a los ojos a través de su gran mata de pelo.
-Ehh pequeño. ¿Qué sucede? Llevas todo el día muy raro.
-Es sólo... hoy hace dos años de la muerte de mi madre y mi hermana. He... he reaccionado así antes por eso, supongo. Llevo todo el día intentando no llorar y... al final he explotado de la peor forma. Pagándolo contigo. 
-Ehh, tranquilo. Ya está, ¿vale? Ya ha acabado todo. 
Me pongo de puntillas para abrazarle y noto que empieza a llorar. Nunca le había visto así. Le susurro palabras al oído para que se tranquilice. Al cabo de un rato se separa de mí con los ojos aún llorosos.
-Gracias. Necesitaba desahogarme. Yo... nunca había llorado delante de nadie, no me gusta que sientan lástima por mí. Pero tú... tú eres distinta a todos. Eres la única que sé que puede comprenderme. Al fin y al cabo, tú perdiste a tu padre.

Capítulo 24

Está claro que no todo era siempre perfecto. Teníamos nuestras discusiones, como todas las parejas. Sin ir más lejos, la primera y más seria fue después de que se fuera Daniel de la casa.
Seguíamos los dos tumbados en el césped él encima mía y de repente paró de besarme y se separó de mí de golpe.
-¿Por qué lo has hecho?
-¿El qué?
-Iba hacia la puerta a hablar con tu padre, me has parado y me has empezado a besar. No deberías haberlo hecho.
-No podía dejarte salir así.
-¡¿Qué más te da cómo salga?!
-¡Pues si me da! ¿Y si te pasa cualquier cosa?
-No entiendes que no me iba a pasar nada... no lo entiendes. 
-¿Pero no ves que lo que ese hombre quiere es que le pegues para tener motivos para denunciarte?
-¿Pero no entiendes que me da igual? ¡Que no puedo ver cómo te trata!
-¡Pero a mí ya me da igual!
-Pues a mí no. Y no lo pienso permitir, y la próxima vez que le vea, le partiré la cara.

-La próxima vez que le veas no le vas a hacer nada.
-¿Y cómo piensas impedirlo?
-Porque antes de tocarle a él me tendrás que pegar a mí.
-No te pondrás en medio, Kattherine. No te dejaré.
Kattherine, él nunca me llamaba así. Para él era simplemente Katth, o Katthy, cariño, preciosa, pequeña. Pero nunca Kattherine. ¿Tanto le había molestado todo esto?
-¿Pero no ves que es esto lo que él quiere? ¿Que no paremos de discutir?
-Pues a lo mejor lo ha conseguido.
-¿Qué ha conseguido?
-Que esto se quede aquí.
Me quedé mirándole incrédula. Osea que definitivamente me había utilizado. Le vi irse dirección al lago y yo me metí para la casa. Subí a la planta de arriba y me encerré en el baño. Me puse a llorar por haber sido tan tonta. Me quité la cadena con la M y la tiré al otro lado del baño. Decidí bajar, hacer la maleta y llamar a su padre para que viniera por mí. Quizá aún estaba Daniel en la puerta. Estaba dispuesta a irme con él.
Quité el cerrojo y abrí la puerta. Recordé el colgante y lo recogí. Bajé las escaleras y entré en la habitación. Me quité el bikini de su hermana, dejé el colgante encima de la mesilla con todo lo demás. Me puse mi ropa, lo recogí todo y cerré la maleta.
Tenía el móvil en la mano para llamar a su padre cuando apareció Mille por la puerta.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Capítulo 23

Cómo no, ahí estaba él para joderlo todo. Este hombre me empieza a sacar de mis casillas. No le aguanto. Ya no más. Ya me ha jodido demasiado momentos como para dejar que siga así. Estoy harta. Harta. No pienso permitir que también estropee esto. Esto ya sí que no.
-Mille, cierra la puerta. No hables con desconocidos.
-Vístete ahora mismo. Nos vamos.
-¿Perdone? Yo con usted no salgo de esta casa. Vuélvase por donde ha venido.
-Ya ha oído a la señorita.-Mille intentó cerrar la puerta, pero Daniel se puso en medio. 
-Tú cállate, o te denunciaré por acoso a mi niña.
-Lárguese de aquí. Usted no es mi padre.-Me acerco a él, empieza a retroceder y le cierro la puerta en las narices. 
Vuelve a sonar el timbre, una y otra vez.
-Vámonos. ¡Mille, por favor, vámonos!
Le tengo que agarrar, porque se está empezando a cabrear y nunca le había visto así. Me lo intento llevar de vuelta al lago, pero no puedo con él, tiene muchísima más fuerza que yo. 
¿Qué hago, joder, qué hago? Tengo que pararle, como sea. Como sea. ¿Pero cómo, jodeeeer?
No sé cómo pero se me ocurre que quizá besándole... pero no va a funcionar. Tengo que intentarlo igualmente. 
Le beso, le beso como nunca. Rodeo con mis brazos su cuello y siento que sus músculos se relajan. Me coge por la cintura y me engancho con las piernas a su cuerpo. 
Está funcionando. Juego con su pelo, mientras trato de no caerme. Me lleva de vuelta al lago.
Me tumba con cuidado en la toalla y empezamos a acariciarnos, despacio. Le quito la camiseta, que es lo único que le queda a parte del bañador. No tenemos miedo de que nos vean. Este lago es sólo de esta casa. Giramos, estoy encima suya. Besándole. Como nunca. 

En ese momento me doy cuenta de que es ÉL. El chico perfecto, al que todas buscan. El chico con el que soñamos desde niñas. El príncipe azul. Ése chico que queremos tener desde crías, ese que soñamos sólo con ver las películas de las princesas disney. 
El príncipe de esas películas que no creemos que existan. El chico más maravilloso del mundo que sólo creemos que es imaginario. Es besarlo y sentir que lo quieres a tu lado, para siempre. Tener siete hijos con sus ojos y su sonrisa. Levantarte cada día de su mano y sentir que todo es perfecto. Le quiero, como nunca he querido a nadie. Le necesito a mi lado cada jodido segundo de esta jodida vida. Puede sonar egoísta, pero en poco tiempo es más de la mitad de mí. He cambiado. Mucho, en muy poco y sólo creo que para bien y por él.

Capítulo 22

Estamos los dos, tumbados en una toalla, tomando el sol. "Die my darling" de fondo. Los dos, hablando, conociéndonos más. Es tan adorable que me encantaría pasarme la vida abrazada a él. Todo es tan distinto cuando sus brazos se cierran alrededor de mi cintura, que se me olvida todo. Todos los problemas. Mi padre, Christian, Úrsula, Matt, Tábata, el señor Wood. Es todo muy distinto cuando sus labios rozan los míos. El mundo es nuestro, sólo nuestro. Todo cambia alrededor. Es como si sólo viviéramos él y yo. Esta casa es todo el mundo. 
-Vamos a bañarnos.
-Pero tiene que estar muy fría
-Si tienes frío, pégate, preciosa.-sonrisa pícara más guiño, muero de amor.
-Si tengo frío, me vuelvo a la toalla, precioso.
Nos empezamos a meter poco a poco, el agua está completamente helada.
-¿Te lo has pensado mejor?
-Sí, creo, que mejor, te congelas tú.-Y me agacho y le empiezo a salpicar.
Empezamos una guerra hasta que me coge y me tira entera al agua. Completamente helada, salgo tiritando y le abrazo.
-¿No decías que no te me ibas a pegar?
-Ya, pero así te congelas tú también.-Subo las piernas y estoy completamente abrazada a él. 
Noto que empieza a andar hacia el agua y que nos sumergimos los dos poco a poco.
-Por lo menos ya has dejado de apestar, hay que ducharse todos los días, preciosa.-me guiña un ojo.
Me suelto de él de golpe y le empujo.
-Eres un imbécil.
-Pero muy irresistible. Al menos para ti.
Noto cómo se va acercando poco a poco e intento irme, pero ya le he mirado a los ojos. Ya me han cautivado esos jodidos ojos verdes. Me quedo mirándole y noto que a cada paso suyo, mi corazón se acelera aún más. Diez centímetros. Mi corazón se me va a salir del pecho. Ocho centímetros. La respiración se me acelera. Cuatro centímetros. No puedo apartar la mirada de sus ojos. Dos centímetros. Mi cuerpo entero me pide lanzarme a sus brazos. Su nariz roza la mía y yo siento que no lo puedo soportar más, que necesito besarle, abrazarle, estar con él. Estoy dispuesta a besarle cuando se separa de golpe.
-¿Qué sucede?
-Me ha parecido oír el timbre de la casa. Espera aquí, ahora vengo.
-No, voy contigo. 
Esta vez hasta yo lo oigo. Suena el timbre de nuevo, y otra vez y no para. Salimos del agua, nos ponemos algo de ropa, aunque la calemos y vamos hacia la puerta.
Al abrir la puerta, ahí estaba él. 

Capítulo 21

Recuerdo despertarme con el olor del café recién hecho y muriéndome de hambre. Cogí la camiseta de Metallica, me la puse y me acordé de la cadena que Mille me había regalado. Me la enganché al cuello y me dispuse a ir a la cocina. 
Allí estaba él. Con un bañador. Sólo eso. Sirviendo un gran desayuno encima de la mesa de la cocina. Me apoyé en el marco de la puerta, apoyé mi pie derecho sobre el izquierdo y me crucé de brazos.
-Buenos días bella durmiente.-Dijo sin girarse.
-¿Cómo sabes que estoy aquí?
-Te he oído llegar.
-No hago ruido.
-Pues te habré sentido entonces.-Añadió mientras se acercaba para besarme.-Siéntate, el desayuno ya casi está. Me siento en la mesa, al lado de las magdalenas y cojo una taza. Le echo café y un poco de leche. 
-¿Y el azúcar?
-Detrás de ti, pequeña.
-¿Tú no desayunas?
-Contigo me sobra, princesa. Ahora desayuno, tú come tranquila. Por cierto, tenemos sillas, no sé en tu casa...- se empieza a reír de mí.
-Pues no, fíjate, en mi casa nos sentamos en las mesas y las cosas las ponemos en las sillas. Eres tú el que vive en el mundo al revés.-le guiño un ojo y me tomo mi café.
Se ríe mientras termina con las tostadas y se sienta en una silla debajo de mí.
-Así no puedo desayunar, preciosa.
-¿Pretendes que me quite yo? 
-Sí, eres tú la que está en la mesa.
-Muy bien, como tú quieras.-Me bajé de la mesa, me senté encima suya, cara a cara.-¿Así mejor?
-Hombre, a mí me gusta más, pero sigo sin poder comer.
-Tranquilo, yo te doy de comer.- Me giro un poco, cojo un magdalena, le quito el papel y se la meto entera en la boca. Antes de que pueda reaccionar he salido corriendo. Tarda poco en alcanzarme, sin embargo. Noto sus manos entorno a mi cintura y no puedo parar de reírme.
-Ufff, apestas.
¿Cómo que apesto? Serás...
-¿Guapo? ¿Increíble? ¿Querible?
-Estúpido es la palabra.
-Ponte el bikini, anda, vámonos al lago que hace un buen día.
Voy a la habitación y me dedico a rebuscar en la maleta pero mi madre no me ha metido ningún bikini.
-Si no tienes, no te preocupes, yo tengo alguno sin estrenar.
-Ohhh ¿me vas a dejar uno de los tuyos? No creo que tengamos la misma talla de pecho tú y yo...
-No son míos, tonta. Son de mi hermana. Tranquila, aún tienen la etiqueta puesta.
-¿Y no le molestará que se los estrene yo?
-Mi hermana no los podré estrenar nunca, así que no.-Se puso muy serio de repente.
Me acerqué a él le levanté la cabeza para que me mirara y vi que sus ojos estaban llorosos.
-Ehhh ¿Qué pasa, chiquitín? ¿He dicho algo que no debía?
-Tranquila, no es culpa tuya. Mi hermana murió hace unos años. Pero bueno. Vamos a ver cuál te gusta más, total, como si los quieres todos.

martes, 14 de agosto de 2012

Capítulo 20

Sólo me acuerdo de despertarme, desnuda, sin saber dónde estaba y sola. Me costó un rato reaccionar, y cuando lo hice me empecé a morir de la vergüenza. 
Busqué mi ropa interior, me puse la camiseta que Mille me había regalado y me dispuse a buscarle.
Al mirar el reloj me di cuenta de que aún eran las cuatro y media de la madrugada. ¿Dónde estaba él?
Pasé al baño a beber agua y me recorrí toda la casa sin encontrarle. Cuando me empezaba a asustar, vi que las puertas del salón estaban abiertas y salí a tomar un poco el aire.
-Te queda genial la camiseta. Un poco larga quizá.- Me asustó Mille, que estaba sentado en unas escaleras que había en la terraza.
-Te estaba buscando.
-¿Qué he liado ya?
-Dejarme sola, ¿te parece poco?
Se empezó a reír y me senté a su lado. Me agarró por la cintura y me dio un beso en la cabeza.
-¿Te has asustado, princesa?
-No me gusta que me llamen princesa, y sí, creía que me habías dejado aquí sola.
-No seas tonta. Espero que te hayas traído el bikini.
-¿Tienes piscina?
-No, pero hay un lago ahí detrás en el que se puede bañar.
-Pues no lo sé, hizo la maleta mi madre.
-Y si no, te bañas desnuda. Total, tu cuerpo ya no tiene secretos para mí.
-¿Ah sí? Y dónde tengo la marca de nacimiento, ¿listillo?
-Al final del muslo derecho. ¿Me equivoco?
-Bueno, por una que aciertas...
Me abrazó con más fuerza y noté que me estaba helando de frío. Él también lo notó, porque me puso una manta en la que estaba sentado por encima.
-¿Ahora es cuando me tengo que despertar?
-No, si no quieres.
Nos quedamos los dos ahí sentados un rato, mirando las estrellas. Pidiendo deseos. Cuando noté que me moría de sueño me levanté, dispuesta a volver a la cama.
-¿Dónde vas, preciosa? ¿Quieres repetirlo?-Una vez más esa sonrisa pícara que me hacía enrojecer.
-Yo me voy a dormir, tú si quieres puedes repetir con esta manta tan chuchuchuli.-Me empecé a reír como nunca y me metí en la casa encaminándome al dormitorio. Noté que venía corriendo y empecé a correr como una histérica hasta que me agarró y nos caímos los dos al suelo. Me empezó a hacer cosquillas y yo no podía parar de reírme. Para que parara le empecé a besar. Me cogió en brazos y me llevó a la cama.
"Como a una auténtica princesa"-pensé.

Capítulo 18

-Abre los regalos y luego seguimos. Quiero ver tu cara.
-Está bien.
Empecé por el primero que me encontré, el del armario de la habitación. Deshice el lazo blanco y lo doblé con mucho cuidado para que no se estropeara, quería conservarlo como recuerdo de este día. Quité el papel de regalo y me encontré un caja, normal. No muy grande, pero tampoco pequeña. Una caja de cartón marrón, normal y corriente.
Me quedé mirando a Mille y al ver mi cara, se empezó a reír.
-Se abre por un lado, preciosa.
¡Seré tonta! Tenía una ranura en un de los lados que la abría. Al meter la mano, noté un contacto a tela. No áspera, pero tampoco suave. Lo saqué muy despacio y descubrí que era un vestido, negro, precioso. De palabra de honor, con algún volante, pero no excesivos y que terminaba más o menos por la rodilla. En realidad era uno de mis favoritos.
-¿Cómo lo has sabido?
-Me llevo muy bien con tu madre, preciosa.
-Pero te tiene que haber costado un dineral. No me parece justo, yo no tengo nada que regalarte.
-No quiero que me regales nada, sólo quiero que lo aceptes.
Noté cómo las lágrimas amenazaban con aparecer. Todo era tan perfecto...
-Todavía te quedan tres, preciosa.
Cogí el pequeñito del horno. Quité el envoltorio y apareció una bolsita de tela. Al abrirla, descubrí que dentro se encontraba un conjunto de un colgante de oro, con un M de oro, una pulsera con un símbolo de la paz colgando y unos pendientes de aro con una calavera girando en ellos. 
Me quedé mirándole, porque si pensaba que con el vestido se había pasado, esto ya era abusivo.
-Antes de que digas nada, no. No considero que me haya pasado. Sigue.
Lo volví a meter todo en la bolsita y lo dejé delicadamente encima de la mesa.
Cogí el gran paquete del comedor. Quité el gran lazo rojo con sumo cuidado y traté de quitar el papel de envolver, que no era poco. Abrí la caja, y dentro había otra caja. Al abrir esa caja, descubrí que estaba llena de discos. De todos y cada uno de los grupos que él sabía que yo escuchaba. De Kreator a Marea. Todos y cada uno de los discos de cada grupo. 
Se estaba pasando, se estaba pasando de veras.
-Te queda el último. Por el cual, aún no has pagado la prenda, con lo cual no tienes derecho a abrirlo. Si me permites.- Dijo mientras cogía mi camiseta por la parte de abajo dispuesto a quitármela.
Dejé el paquete encima de la cama y dejé que me quitara la camiseta, sin pensar en que me estaría viendo todo. Dejó la camiseta con cuidado a un lado y me dio el paquete.
-Todo tuyo, princesa.

Al abrirlo me quedé alucinada. Me quedé mirándole como nunca.
-Es...es... preciosa.
Me había regalado su camiseta preferida. Su camiseta de Metallica que apenas se ponía para no estropearla. Sabía lo muchísimo que le había costado, tanto encontrarla como pagarla. No podía aceptarla, no podía.
-No voy a permitirte que me la desprecies. Que te quede claro. Te la regalo porque te quiero, porque te amo por encima de todo y de todos. Y sé que a veces tienes dudas, respecto a las otras, respecto a lo que hice por ellas.  También sé que sabes que esta es mi camiseta. Que no se la daría jamás a nadie. A nadie, que no valorara como te valoro a ti. Que te quiero, Kattherine Jones. Y si aún no se ha dado cuenta, es culpa suya, señorita.
Yo seguía sin palabras, así que dejé la camiseta encima de la caja de discos, salté sobre él y le empecé a besar. Me tenía cogida y por una vez yo era más alta que él. Me sujetó con fuerza y me llevó hasta la cama.
Se tumbó a mi lado, respetándome todo lo posible y me siguió besando. Notaba cómo su mano empezaba a subir desde mi muslo a mi cintura, subiendo hacia el pecho.
Le dejé que se pusiera medio encima mía y le empecé a acariciar muy despacio, igual que él a mí. A partir de ese momento se me olvidaron todos y todo y me dediqué a él.

domingo, 12 de agosto de 2012

Capítulo 17

Al entrar al salón vi un gran paquete con un gran lazo rojo y por no variar, con una nota enganchada al lazo. 
La saqué del sobre y la leí en alto:
-"Como ves, este regalo es bastante más grande, con lo cual requiere una prenda más grande, y si creías que podrías elegir cuál sería la prenda que pagarías en cada regalo, te equivocabas. Debido al gran tamaño del paquete, deberás depositar aquí tus pantalones. Y sin rechistar, pequeña".
Me dediqué a mirarle mal mientras me los quitaba y me subía el rubor a las mejillas. Lo mejor es que tengo la manía de llevar camisetas anchas y me cubrían las bragas por completo, porque llevaba unas blancas de flores horribles.
Al otro extremo de la habitación había una pista.
-"Esto se termina, preciosa. Sólo queda un regalo, quizá el más importante de los hasta ahora vistos, al menos para mí. Lo podrás encontrar en la única zona negra de la casa, en nuestro rincón."
Me giré mientras Mille se quitaba los pantalones, porque me daba a mí más vergüenza que a él. Una vez hubo terminado, yo en camiseta y en bragas y él en calzoncillos, nos dirigimos otra vez al cuarto.
Al abrir la cama, había un paquete, alargado y fino, con un lazo azul y la que supuse la última nota. Dejé el gran paquete que traía en brazos y el pequeñito en un rincón y me dispuse a leer la nota.
-"Como comprenderás este es el final del juego, y cómo no, tenía que terminar en la cama. En nuestra cama. A mí ya no me quedan prendas, pero si mis cálculos no fallan, y no suelen, sólo te queda la camiseta. No sé si este regalo vale una prenda tan valiosa, como lo es para una mujer. El regalo no es especialmente grande, pero tiene un gran valor sentimental, al menos debería valerlo para ti tanto como para mí. Las reglas han cambiado, y esta última prenda, me encargaré personalmente de quitártela yo."
Antes de que me quites la camiseta, he de decirte que te has tomado demasiadas molestias con tal de acostarte conmigo.
-No pretendo sólo acostarme contigo, porque si no estás preparada, sólo nos tumbaremos ahí, nos abrazaremos y haremos grandes planes de futuro hasta quedarnos dormidos. Y por si aún te queda alguna duda, no hago todo esto con tal de follarte y no volverte a ver. Si todavía piensas eso, deberías coger el teléfono y llamar a mi padre para que venga a por ti.
-No he querido decir eso en ningún momento, idiota. Me refiero a que venía tan decidida a hacerlo contigo que un simple condón encima de la mesilla y una vela en la otra, hubiera bastado.
En realidad no estaba tan decidida, pero no quería que se notase mi miedo. Me moría de ganas por hacerlo con él, pero me daba auténtico terror. 

Capítulo 16

-Empecemos.
Me dedico a seguir los caminos de flores creados por toda la casa. La primera pista no tardo mucho en encontrarla.
-"En una cueva oscura y caliente se encuentra tu primer regalo. Tranquila, lo he limpiado antes. Allí, en el suelo mismo deberás depositar tu primera prenda. Yo depositaré las mías en las pistas, tú en los regalos."
Como afirmaba en la pista, Mille se quitó la camiseta. Su cuerpo era de un perfecto indescriptible. Sentí cómo mis mejillas volvían a ruborizarse.
-¿Seguimos?
-Adelante, preciosa.
Deduje que la pista se refería a algo en plan horno, microondas o algo por el estilo.
-¿Dónde está la cocina?
-Búscala, si no no tiene gracia.
Al cabo de un minuto que se me hizo eterno encontré la cocina, levemente iluminada por velas. Abrí el horno y envuelto con sumo cuidado había un paquetito con una nota.
-"Estas son mis condiciones. Debido al reducido tamaño del regalo, la prenda que deberás depositar será mínima. Deja tus zapatillas, con calcetines incluidos  aquí." Ehhh, zapatillas y calcetines son dos prendas, ¡tramposo!
-También puedes quitarte la camiseta, si lo prefieres.
-Está bien, me descalzaré, pero que sepas que eres un tramposo.-Le dirigí una de mis miradas indignadas y se empezó a reír.
-Sigue, anda.
Pegada en el frigorífico había otra pista.
-"Ya has encontrado el primer regalo. Sólo te quedan dos. Si pensabas que te dejaría completamente desnuda, no te equivocabas, pero no con regalos, preciosa. El siguiente regalo, de mayor tamaño se encuentra escondido en un lugar más grande, a la vista y rodeado de flores." Te toca prenda.
-¿No vas a abrir el regalo, preciosa?
Casi se me olvida. 
-No, quiero dejarlos todos para el final. Cuando termine el juego los abriré todos.
-Me parece genial. ¿Seguimos?
Se quitó las zapatillas, con calcetines incluidos, y seguimos andando por la casa.

sábado, 11 de agosto de 2012

Capítulo 15

El viaje en coche no duró mucho. Una media hora, llena de vergüenza, ya que el que conducía era el padre de Mille. Él se encargaba de llevarnos, ayudarnos y de recogernos a los dos días. Era un hombre muy simpático. El típico hombre que su mera voz, te tranquilizaba.
-Muy bien chicos, aquí tenéis las cosas. Pasadlo bien, y si pasa cualquier cosa me llamáis y vengo antes a por vosotros.
-Vale papá, gracias.
-Muchas gracias.
Volvió a arrancar el coche y se fue otra vez de camino a su casa.
Yo me estaba muriendo de vergüenza. Quería ir, pero ni me imaginaba lo nerviosa y vergonzosa que iba a estar.
-¿Entramos?
-Sí, claro.
-No debe de estar muy bien, llevamos bastante sin venir. Aunque probablemente mi padre haya mandado a alguien para limpiarlo.
-Pues esperemos que sí, porque si no nos tocará hacerlo nosotros.
-¿Hacer el qué? -Me lanzó una sonrisa muy pícara y noté cómo me ardían las mejillas de la vergüenza que estaba pasando.
-Limpiar, no te creas nada raro.
-Ahh, bueno. Tenía esperanzas de que fuera otra cosa. Aunque viendo lo ruborizada que estás, tú también lo has pensado, preciosa.
-¿No íbamos a entrar?
-Adelante.
Al abrir la puerta, nos dimos cuenta de que todo estaba perfectamente. Todo limpio, bien colocado, lleno de flores y de velas blancas. Había un camino de flores que llevaba hasta un cuarto con una cama de matrimonio. Unas sábanas negras cubrían dicha cama. El cuarto no tenía nada en especial, pero a mí me pareció perfecto.
-Este será nuestro rincón estos dos días.
-Has sido tú el que ha hecho todo esto. No me engañes.
-¿Por qué tienes esa capacidad de pillarme siempre? Así no se pueden dar sorpresas, pequeña.
-Y, al parecer, también hay algo escondido, seguramente en este cuarto, una especie de regalo para mí.
-Está bien. Tú ganas. Búscalo.
Lo primero que hice fue abrir el armario. Había una caja envuelta en papel de regalo y con un gran lazo blanco. Enganchado al lazo había una nota.
-"Vamos a jugar a un juego. Un juego en el que sólo puedes salir ganando. También puedes perder, pero cosas sin importancia, como la ropa. El juego consiste en buscar. Por toda la casa hay una serie de pistas y de regalos. Pero por cada regalo, deberás pagar un precio. Aquí el dinero es la ropa. Yo jugaré contigo." Estás de coña, ¿no?
-No, preciosa. Para nada. Y te mueres de ganas por jugar tanto o más que yo. ¿Empezamos?

Capítulo 14

-Vámonos, Katth.
-¿A dónde crees que vas con mi hija? Debería darte vergüenza aprovecharte de una niña. 
-Disculpe, pero yo no me estoy aprovechando de nadie.
-¿No? ¿Cuántos años tienes?
-Diecisiete. 
-Ya... Mi hija tiene quince, ¿lo sabías?
-Sí, lo sé.
-Y me pretendes convencer de que no te estás aprovechando de ella... ¿Te crees que soy tonto, chaval?
-Sí, yo si lo creo. Lo que yo haga o deje de hacer con él, es cosa mía. Nunca has estado para ayudarme, no quiero que empieces ahora. Es demasiado tarde, ¿sabe?
-Tú sube a tu cuarto. Estás castigada.
-¿Qué derecho tiene usted a castigar a la muchacha?
Por la puerta acababa de entrar el padre de Mille, Adam.
-Soy su padre.
-No es eso lo que tengo entendido. 
-Disculpe, pero su hijo estaba en el cuarto de mi hija vete tú a saber haciendo qué. 
-Venía a buscarla porque me los llevo este fin de semana a los dos a una casa que tengo fuera de aquí. Para que cambien de aires.
-No me ha pedido permiso.
-Pero sí a su madre.
-¿Mi madre lo sabe?-interrumpí.
-Sí, pequeña, fue mi padre a hablar con ella.
-No teníais derecho a hacer eso.
-Pero creí que te gustaría.
-Pues creíste mal.- Me fui corriendo hacia mi cuarto.
-¡Katth, espera!
Él venía detrás de mí. Le dejé entrar en la habitación y antes de que pudiera hablar me lancé a sus brazos y le besé como nunca.
-Vaya, últimamente no dejas de sorprenderme, pequeña.
-Necesitaba salir de allí y no sabía cómo. Esta era la mejor manera, sin duda.
Él se limitó a sonreírme. Con esa sonrisa, esa jodida sonrisa que poblaba mis sueños más bonitos de estos últimos días.
-Le habéis contado todo a mi madre, ¿verdad?
-Todo.
-No sé cómo agredecerte lo que acabas de hacer por mi con mi padre. De verdad.
-Viniendo conmigo.
-Está bien. ¿Cuándo nos vamos?
-Pues ya tenías que tener la maleta hecha. Tu madre nos dijo que te la haría sin que lo supieras, por eso me extraña que no esté aquí.
-Ya he llegado.-Asomó su cabeza por la puerta, con su larga melena negra alrededor de su preciosa cara.
-Mamá, gracias.
-Sabes que me encanta este niño desde la primera vez que le vi. Pero como se te ocurra hacerle algo a mi niña, ya puedes esconderte bien.
-Prometo que se la cuidaré muy bien.
-¿Y Daniel?
-De tu padre me ocupo yo, tranquila.
Se metió debajo de mi cama y sacó una maletita negra. La abrió y me mostró lo que había metido. Lo había hecho todo con sumo cuidado y lo había dejado todo bien colocado. La verdad es que todo era perfecto. Sólo esperaba el momento para despertarme de ese sueño.

sábado, 4 de agosto de 2012

Capítulo 13

-¿Me estás diciendo que has estado con como diez tías que ni te importaban?
-Es lo que tienen los líos de una tarde.
-Puede parecer estúpido, pero...¿yo te importo?
-¿Estás tonta? ¿Crees que no me importas? 
-No lo sé, no sé qué pensar.
-Boba, mírame. Si no me importaras, no me levantaría tan pronto por la mañana con tal de verte sonreír. No te ayudaría a limpiar el instituto para estar aunque sea un minuto contigo. No treparía cada tarde hasta tu ventana para estar aquí contigo. Por las demás no he hecho ni la mitad. ¿Y aún te atreves a decirme que no me importas?
-Dios, me siento estúpida. Perdona, ¿vale?-estaba llorando. Me sentía tonta, muy tonta. 
-No eres estúpida, pequeña. Entiendo que te entren dudas. Soy más mayor, tengo más experiencia y apenas nos conocemos.
-¿Y no crees que ya va siendo hora de que arreglemos eso?
-¿Qué propones, preciosa?
-No sé, una escapada, un fin de semana solos, juntos.
-Y, ¿dónde sería eso?
-Por mí como si es en un banco.
-Mis padres tienen una casa en un pueblo de por aquí cerca, sería como media hora en coche, una en autobús como mucho. La casa estará bastante desastrosa, pero camas hay.-Me guiñó un ojo.
No sabía si estaba preparada para hacerlo por primera vez. Pero estaba segura de que quería que fuera con él.
-¿Y cuándo nos vamos entonces?
-Por mí mañana mismo, preciosa. La cosa es si tu madre te dejará. Mi padre sabe que estamos juntos, ¿pero y tu madre?
-No, la verdad es que no la he dicho nada, pero creo que se lo imagina. Ven, dame la mano.
-¿A dónde vamos?
-A hablar con mi madre. Le vamos a contar todo.
-Pero, ¿también lo que vamos a hacer en la escapada? -Añadió con una sonrisa pícara.
-No te pases de listo, a ver si no va a pasar nada.-contesté con una media sonrisa.
Salimos de mi habitación y bajamos las escaleras para hablar con mi madre. 
Pero cuando bajamos, el que estaba allí era mi "padre".
-¿Qué haces aquí, chaval? Y en el cuarto de mi hija.
-No soy su hija. ¿Dónde está mi madre?
-No está, estoy yo a cargo de esta casa.
Estaba apretando muy fuerte la mano de Mille y notaba cómo él apretaba la mía.

Capítulo 12

Las dos siguientes semanas fueron maravillosas. Y de hecho, si omitimos el dato de el choque con Matt, el castigo con Christian y la reaparición de mi padre, el primer día de clase no fue tan malo porque conocí a Mille.
Cada día, quedábamos para irnos juntos a clase. A parte de la media hora de antes para cumplir mi castigo, nos reservábamos quince minutos para estar a solas juntos.
A la salida me ayudaba con mi castigo para irnos antes y estar más tiempo juntos. Por las tardes se colaba por mi ventana y hablábamos de mil cosas, escuchábamos nuestras canciones favoritas juntos y jugábamos a juegos chorras. 
La verdad es que Mille era ese salvavidas en medio de la tempestad en que se estaba convirtiendo mi vida.
Christian y yo ya ni nos mirábamos. A veces me sorprendía mirándole y a él mirándome. Pero eso sólo duraba unos segundos.
No habíamos hablado. Tampoco quería saber nada de él, y sinceramente no me esperaba que me viniera a decir algo sobre lo ocurrido en aquella clase.
Mi "padre" y yo no nos habíamos vuelto a ver. Lo prefería, pero sabía que tarde o temprano volvería. Siempre vuelve. Tarde o temprano, vuelve.
Cada día estaba más enamorada de Mille. Es el típico niño que de primeras pasa desapercibido, pero que cuando le conoces sólo quieres besarlo y mirarlo a los ojos. No es que no tuviera carácter, porque también tenía bastante, pero conmigo era muy protector a la vez que encantador.
Me moría de amor cada vez que me miraba a los ojos, sonreía sin ningún motivo, me cogía en brazos y me besaba. Yo siempre me dejaba hacer, y él sabía respetarme.
Él sabía de sobra los límites que podía y no podía alcanzar.
Llevábamos dos semanas juntos y quería que se convirtieran en dos mil. Que cada instante, fuera eterno.
Uno de los días estábamos los dos tumbados en mi cama. Yo tenía la cabeza apoyada sobre su pecho y teníamos un casco cada uno, escuchando "The blood, the sweat, the tears" de Machine Head.
-Y tú... ¿cómo que sigues siendo virgen?
-Nunca había tenido novio antes.
-¿Nunca? ¿Estás de coña?
-No... nunca he sido precisamente popular. Tampoco ayuda el hecho de que mi madre me haga mudarme cada dos por tres. Y tú... ¿con cuántas has estado?
-¿Realmente importa eso?
-A mí sí. Es por saber con cuántas me puedes comparar.
-Tú no eres comparable a nadie, preciosa. Tú eres única y especial.
-No me cambies de tema. ¿Con cuántas has estado?
-¿Salir o sólo rollos?
-¿Has tenido las dos cosas?
-¿Y quién no?
-Yo. Bueno, dime las dos cosas.
-Novias, que de verdad me importaran, sólo dos. Rollos y novias sin importancia, como diez.

miércoles, 25 de julio de 2012

Capítulo 11

Según le iba contando a Mille la historia, notaba cómo su cara se iba entristeciendo. A pesar de ello no me soltó la mano en ningún momento. No sé si entendió que yo no quería, supongo que sí, porque al terminar me dio un beso en la frente y un gran abrazo.
-No te preocupes, pequeña. Sé que no fue tu intención y que no reaccionaste a tiempo. También sé que no tienes por qué darme explicaciones, porque al fin y al cabo tú y yo no somos nada. Pero el hecho de que te sientas mal conmigo por eso me hace pensar que para ti esto es importante. He de aclararte, que tú también eres muy importante para mí. Esta mañana cuando ha pasado eso sólo nos habíamos besado un par de veces y tampoco habíamos hablado de lo que iba a pasar entre nosotros. De hecho, si había quedado contigo esta tarde era para hablar de ello. No te preocupes, pequeña. Está todo bien.
-¿Y qué era lo que ibas a decirme de esto? Bueno, antes de que hables, quiero que sepas una cosa. Sé que lo sabes, pero aún así te lo quiero explicar yo. Eres más mayor que yo, me sacas 3 años. Yo a tu lado parezco una niña de cuatro años.
-Pero...
-No me interrumpas, por favor. Yo a tu lado parezco una niña. Ahora mismo esta diferencia se nota muchísimo. Sabes que yo no voy a ser ni la mitad de suelta que las niñas de tu edad. Que no voy a ser una novia adulta, si no la cría que aún soy. Sé lo que siento por ti. Y te juro que cada vez que te veo, no sé de dónde sacan fuerza mis piernas para seguir en el sitio con el temblor que se traen siempre. Me encantas, Mille. Nunca había estado así con una persona. No quiero que esto se enfríe por la diferencia de edad, pero tenías que saberlo aún así.
-Pero a mí me da igual la edad que tengas, me da igual lo que puedan opinar los demás, me da igual que parezcas una cría a mi lado, me da igual que no vayas a ser como las niñas de mi edad. Y escúchame bien. Si te quiero a ti, es porque prefiero estar con una chica tan maravillosa como tú antes que con una puta de mi edad que a la que me de la vuelta ya me haya puesto los cuernos.
Me besó. Como nunca nadie me había besado, más intenso y dulce que el beso anterior. En ese momento me di cuenta de que estaba completamente perdida con él. No podía resistirme a él. No era capaz de separarme de él. Aún seguía cogiendo mi mano.
Cuando se separó, apoyó la cabeza sobre la mía y pude ver esos ojos verdes que tanto me gustaban.
-Sólo te pediré una cosa.- Añadió.-No quiero verte cerca de Christian. Ese chico no me gusta y sé que se trama algo. Y si es verdad que tiene algo contra ti, también lo va a tener contra mí. Prefiero mil veces que me hagan daño a mí antes que a ti.
Me volvió a abrazar y empecé a llorar como una niña tonta. Pero esta vez era de la más absoluta felicidad que me recorría todo el cuerpo.

Capítulo 10

Llegué a mi casa, cabreada, impotente y llorando. ¿Cómo había pasado esto?
Cuando mi madre me vio entrar, lo primero que hizo fue abrazarme fuerte y decirme que me tranquilizara. Tiré la mochila al suelo, subí corriendo a mi habitación y puse la silla para que nadie entrara. Sé que mi madre sólo quería ayudarme, pero no quería estar con nadie.
Empecé a recordar todo lo que había pasado. Me metí debajo de la mesa con los cascos con mi música muy alta.
Me había humillado. Humillado, como nunca lo había hecho nadie. No sé cómo fui tan tonta de a pesar de ello quedarme a escuchar. Debería haber salido corriendo nada más verle aparecer. Pero hubiera sido muy cobarde. Aunque el beso no había sido culpa mía, se necesitan dos pares de labios para un beso. Yo me dejé. Joder, ¿por qué lo hice? Le tendría que haber vuelto a partir la nariz, ¿por qué no lo hice? Supongo que al verle tan cabreado no me atreví a cabrearle aún más. Pero aunque no le hubiera dado, ¡me tendría que haber apartado! Lo tenía que haber hecho, joder. Tenía que haber pensado en qué pasaría si apareciese Mille. Tenía que haber pensado que Christian tenía novia. Tenía que haber pensado que estábamos en un clase. Tenía que haber pensado que un instituto, aún a séptima hora, estaría repleto de gente. 
No me esperaba que apareciese, él no.
Cuando nos vio, me empezó a gritar. Me dijo que era una puta. Que por la mañana estaba con uno y por la tarde con otro. Me preguntó que si para las noches tenía otro.
Notaba cómo me caían las lágrimas de la rabia que tenía encima. Me cabreé mucho. ¿Quién es él para criticar lo que yo haga? Él, que hace lo que le da la gana sin tener que dar explicaciones. ¿Por qué se las tengo que dar yo? ¿Por qué?
- Muy fresca para ser tan joven, ¿no?
Esas son las palabras que más me dolieron de toda la discusión. No tenía por qué aguantar esto, joder. No tenía por qué.
Me tumbé como pude en el escaso hueco de debajo de la mesa e intenté tranquilizarme. 
Pasaron más de dos horas hasta que pude respirar hondo sin llorar. Me quité los cascos y me levanté con la intención de bajar a comer algo, pero cuando salí de mi escondite me encontré con algo que no me esperaba.
-¿Cuánto hace que estás aquí?-Pregunté con una voz muy débil.
-Lo suficiente para saber que no estás bien.
Estaba ahí, sentado en mi cama, como si nada. Ajeno a todo. Noté cómo otro par de lágrimas corrían por mis mejillas ardiendo.
-Ehhhh, pequeña. No llores, por favor. ¿Qué ha pasado?
Se acercó y me abrazó con fuerza. Yo empecé a balbucear.
-Estaba... y apareció... muy cabreado... y no sé como... pero yo no quería, de verdad Mille, yo no quería... y apareció... y me humilló... y tiene razón...
-Ehh, respira hondo. Empieza por el principio, por favor.
-Vale. Pero por favor, no te enfades conmigo. Te juro que no quería que nada de esto pasara y me siento muy culpable...

martes, 24 de julio de 2012

Capítulo 9

Me tiré todas y cada una de las clases de la mañana esperando a que llegara la hora para irme con Mille. No somos novios, o eso creo. No sé. Es muy difícil saberlo. Ahora mismo me quedan dos minutos para que toque el timbre y ponerme a limpiar durante toda la séptima hora. 
No he sabido nada de Christian desde que le he partido la nariz esta mañana. La tutora ha dicho que estaba en la enfermería. Joder, creo que me he pasado...No, que se joda. Un minuto.
-Y para mañana quiero que hagáis... Señorita Jones, ¿se encuentra bien?
Dios, cierto. Sigo en clase.
-Sí, perdón.
-Ya, pues tú deberás hacer el doble de deberes que el resto de la clase, por no haber atendido en clase.
RIIIIIINNNGGG!
Joder, una hora, sólo una hora para estar con él. Ya haré los deberes por la noche.
-Hasta mañana, chicos.
Recogí mis cosas y salí de clase. A la salida estaba el grupo de Matt, Tábata y Úrsula. Ni ellos me miraron, ni yo quise saber nada de ellos, pero oí un trozo de conversación.
-...encontrado tirado en el suelo del baño sangrando. Dice que le ha pegado un tal Mille de segundo de bachillerato.
-¿Y él se ha dejado pegar? Cada día es más blandengue, no sé por qué estoy con él. -Osea que Christian  sale con Tábata... ¿saldrán también Matt y Úrsula juntos?
-Ese Mille recibirá lo suyo cuando Christian se recupere, Tábata. No lo dudes.
No puede ser. Tengo que hablar con Mille. Pero tengo que ir al despacho del señor Wood. 
Al cabo de un rato decido que lo mejor será empezar mi castigo, ya hablaré con Mille al rato.
Cuando estoy terminando de limpiar oigo que unos pasos se dirigen hacia mí, muy rápido. Me giró corriendo y sin saber cómo me choco contra la pizarra de la clase.
Cuando levanto la cabeza veo a Christian, con una gasa en la nariz y con cara de estar muy enfadado.
-Vaya, veo que aún no te has muerto.
-No te hagas la graciosa, niñata. Esta me la vas a pagar. Quieras o no.
-Sí, y por eso es más fácil echarle la culpa a Mille que contar la verdad, ¿no? ¿Quién es aquí el niñato?
-No me tientes, niña. No me tientes.
-Venga, pégame. Lo estás deseando. Devuélvemela. Házmela pagar.
-No voy a pegar a una piva.Te la voy a hacer pagar de cualquier otra forma que te duela más. Mucho más.
Cada vez se me iba acercando más. Se le veía muy cabreado.
-No te tengo miedo, Christian.
-Pues deberías. No sabes de lo que soy capaz con tal de vengarme.
Y más cerca.
-Claro. Y de venganza, ¿qué vas a hacerme? ¿Vas a besarme?
-Nunca te fíes de alguien que está muy cabreado. No se sabe por dónde saldrá.
Más cerca. Sentía su respiración, lenta pero intensa junto a mí. Me sacaba una cabeza y su media melena me llegaba a los ojos ahora mismo. Me empecé a echar para atrás hasta que topé con la pizarra y él se empezó a echar para adelante. 
-Ya deberías de saber qué pasa cuando te acercas mucho.
-Esta vez no va a pasar lo mismo.
Más cerca. Estábamos casi pegados.
-¿Qué quieres?
-Es curioso, porque no lo sé ni yo.

De repente me empieza a besar. Es todo lo contrario a Mille. Es agrio, pero suave. Me gusta.
Se separa y me cuesta que mi respiración vuelva a ser normal.
-¿Interrumpo algo?

Capítulo 8

-Quítate, imbécil, o te sacaré las tripas y se las daré de comer al primer perro que vea por la calle.
-No, esa no es la manera, preciosa.-Susurraba muy cerca de mi oído.
-Por favor, Christian, suéltame. No te haré nada. Lo juro.
-No me creo este cambio tan rápido, Katthy.
-Está bien. ¿Qué quieres?
-Algo... que no te es difícil darme.
-Teniendo en cuenta que me tienes agarrada, no te puedo dar nada.
-No influye el que te tenga agarrada. Dame un beso.
¿PERDÓN? Que le de un beso dice. Será en la mejilla, ¿no? Porque si no... No, se lo voy a dar en la mejilla y si no... pues alguien entrará, digo yo.
Le doy un beso en la mejilla y noto que se ríe.
-De qué te ríes, imbécil.
-De que no me has entendido con lo del beso, preciosa.
-No me llames preciosa.
-Pues bésame, pero esta vez bien, ehh.
Joder, joder, joder. No, no le puedo besar. Acabo de estar con Mille, ¿y si se entera? Será mejor que termine con esto cuanto antes. Me acerco y hago el amago de besarle. Me acaba de soltar las muñecas. Perfecto. Le hago girar de forma que me quedo yo encima. Me vuelvo a acercar, pero me separo de golpe y le doy un puñetazo en la nariz. Me levanto corriendo y me voy, con su sangre en mis manos.
Estoy en los pasillos, corriendo como una histérica, buscando a alguien para no estar sola cuando él vuelva.
-Señorita Jones, hace 10 minutos que debería de estar en mi despacho, junto a su compañero, el señor Raven.
-Ehh sí, él está... bueno, no sé donde está. Me he perdido por el instituto, perdón.
-No hay perdón que valga, señorita. Coja la fregona y termine lo que empezó ayer.
Entre los niñatos de este instituto y el jodido director... Estoy harta, más que harta. Y vamos por el segundo día. 
Noto unos brazos cerrándose alrededor de mi cintura, un pelo, que no es el mío haciéndome cosquillas en el cuello.
-No sabía que las niñas recién llegadas ahora se pierden y empiezan a correr por los pasillos.
-No sabía que los chicos malos del instituto ahora se dedicaran a espiar a las chicas recién llegadas.
-Te he visto salir del baño, de hombres, y quería saber si estaba todo bien.-su voz sonaba muy dulce y preocupada.
-Sí... nada grave.-Observo mis manos ensangrentadas por la nariz de ese cerdo y me acuerdo de que seguramente me esté buscando.-Lo puedo controlar yo sola, tranquilo.
-Oye, ¿qué haces después de clases?
-Pues limpiar toda la segunda planta, ¿te apuntas?-Me empiezo a reír y él sonríe. Me muero con esas sonrisas suyas.
-Hombre, yo había pensado más en pasar la tarde contigo, los dos juntos, solos, sin fregonas de por medio. Me ponen muy celoso, ¿sabes?
Dios, me estoy empezando a enamorar.
-Vale, sin fregonas entonces. Llamaré a mi madre para decirle que no me espere. ¿A dónde iremos?
-Ya lo verás, no seas impaciente.- Me empieza a besar muy despacito, pero muy intensamente.
-Señor Stewart, ¿quiere compartir el castigo de su... amiga?
-No, perdón, ya me iba. Luego nos vemos.
Me da un beso en la frente y se va.
-¿Qué hace ahí perdiendo el tiempo?
-Ehh... sí. Me voy arriba a limpiar. Perdón.