viernes, 26 de octubre de 2012

Capítulo 30

Entramos en un bar, no muy grande, pero sí muy acogedor.
-Christian, cuánto tiempo. ¿Qué quieres, cielo? Uy, qué chica más guapa, ¿tu novia?
-Una hamburguesa de las de siempre con patatas, por favor, preciosa. Sí, ¿qué te parece?
-Pues muy guapa. Se la ve maja. ¿Qué quieres tú, pequeña?
Aún estoy en estado de shock, intentando asimilar que Christian le ha dicho que somos novios. ¡NO LO SOMOS!, me entran ganas de gritar. Respiro hondo.
-Lo mismo que él, por favor.
-Vale, sentaros.
Nos sentamos en una mesa, no muy alejada, pero sí solitaria.Nos ponemos uno en frente del otro y decido que mirar por la ventana es mejor que mirarle a él.
-¿Qué te pasa, princesa?
-No me llames princesa, no me llames muñeca, no me llames nena, ¡no me llames! Esto sólo es una pantomima para que tus padres te dejen en paz, ¡y se lo vas diciendo a todo el mundo!
En ese momento me doy cuenta de lo sumamente enfadada que estoy.
Christian me mira como pidiéndome que baje la voz.
-No pensé que te fuera a sentar mal que se lo dijera a Emma, tampoco es algo del otro mundo teniendo en cuenta que hemos entrado de la mano.
-Estoy flipando, te estás creyendo tu propia mentira. Christian, tú y yo no estamos juntos, ¡deja de creértelo!
-No me creo nada, sé que no estamos, pero para un día que somos "novios" pienso aprovecharlo. Un día es un día, Katthy, deja de poner mala cara y sonríeme un poco, anda. Sabes que no voy a hacer nada que tú no estés deseando.
Llega la comida y me lanzo a por ella. Estoy muerta de hambre, tanto enfado me da hambre.
Terminamos de comer y le veo que me está mirando. Le miro y sonríe. Me río de lo absurdo de esta situación. O quizá es automático al ver sus sonrisa. Eh, Katth, no. Para ya.
-Eh, ¿nos vamos?
-¿Qué hora es?
-Las tres.
-Todavía queda un rato.
-Pero vamos a dar una vuelta, anda.
Accedo, al fin y al cabo todavía me queda un rato de respirar. Andamos hasta un pequeño parque. Nos sentamos en un banco, soltamos las mochilas y se me queda mirando.
-¿Qué quieres ahora?
Demasiado borde. Intento arreglarlo.
-Quiero decir...
-Sí, que por qué te miro. ¿No crees que deberíamos empezar a hacernos pasar por novios para que luego no nos pille de sorpresa?
-¿Qué quieres, Christian?
-No, es más bien qué quieres tú.
Le tengo a tres centímetros. Todo mi cuerpo se estremece. No consigo pensar, no consigo reaccionar.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Capítulo 29

Clases. Las 14:04. Un minuto para salir de este infierno. Ya no estamos castigados, pero es casi peor el tener que ir a casa de Christian. ¿Hacerme pasar por su novia? ¿Qué se ha creído este imbécil? 
Empiezo a recoger mis cosas y veo que me mira de reojo. Él está sentado con Tábata, pero ella parece no darse cuenta de la situación. 
Suena el timbre y salgo, esperando no encontrarme con Mille para no tener que inventarme ninguna excusa. Por si acaso pienso alguna. Algún trabajo, pero insistirá en ayudarme. Cumpleaños, pero sabe que no tengo amigos, precisamente. Bueno, me llevo bastante bien con Alex, el chico que se sienta a mi lado en clase. Pero no cuela. Dios, ¿qué hago? Salgo lo más rápido que puedo del instituto y todo va bien hasta que se acerca por detrás, me abraza y me da un beso en la mejilla. Me giro, queriendo no hablar con él, pero es Christian.
-¿Qué haces, imbécil?
-Están ahí mis padres, preciosa. Así que sonríeme un poquito.
-Tenía entendido que yo iba a tomar café nada más. 
-Sí, pero como no sabrías llegar a mi casa les he convencido para que vengan a por nosotros.
-Pero mi madre...
-Tu madre ya está avisada. 
No tenía derecho, no tenía ningún derecho. Esta situación no me gusta nada. Pero nada de nada. Estoy cabreada, y sé que se me nota. Cuando algo me sienta mal, no lo puedo ocultar. Intento que no se note mucho, no quiero que Mille se entere de esto.
Noto que Christian me coge la mano y le dejo. Empezamos a andar y me doy cuenta de que en realidad no es tan malo. Sólo actúa por su bien, pero en ningún momento me ha tratado especialmente mal. Y recordando todos los momentos, la mala he sido yo. Y he llegado a cabrearle mucho. Y aquí estamos. De la mano, yendo hacia su coche. La verdad es que si cualquiera no nos conoce, pensaría que somos novios. Decido que voy a intentar estar bien con él. Será lo mejor, sin duda.
Seguimos andando durante al menos diez minutos, nos hemos alejado mucho del instituto. Iba tan embobada que no me había dado cuenta de que no sé dónde estoy.
-¿Y tus padres?
-Supongo que en casa.
-¿Como que supones? ¿Dónde estamos?
-Sí, supongo. Tú y yo vamos a tomar café con ellos. De comer no dije nada. 
Me paro en seco y le suelto la mano. ¿Qué está pasando?
-Antes me has dicho que estaban tus padres y que venían a buscarnos.
-Estaban para buscar a mi hermana. Y vienen a buscarnos a las cuatro al instituto. Así que si quieres comer, date prisa, muñeca.
Respiro hondo. La verdad es que me muero de hambre. Decido confiar en él, aunque quizá no debería.
Me vuelve a tender la mano.
-¿Vienes, nena?

sábado, 25 de agosto de 2012

Capítulo 28

Una foto. De los dos. Besándonos. ¿Cómo puede tener algo así? ¿De dónde lo ha sacado? No puede ser. No puede tener algo así. No puede.
-¿Qué es esto?
-Se ve claramente, nena. Tú y yo. Besándonos. ¿No lo recuerdas? Espera, que aquí tengo más.
Me pasa un taco de fotos. Los dos limpiando el uno al lado del otro. Yo sentada encima suya en el baño. Los dos tirados en el suelo del pasillo. Los dos mirándonos a los ojos.
-Yo, si fuera tu novio y viera algo así, te dejaría. Este es mi silencio.
-¿Cómo has conseguido esto, Christian?
-Hay cámaras por todo el instituto. Si sabes cómo colarte y conseguir las cintas, lo puedes conseguir. Agradece que robara también la cinta en la que sales partiéndome la nariz. De nada, muñeca.
-¿Muñeca? Lárgate de aquí ahora mismo.
-No, no, no. Ésa no es la forma de tratar a alguien que te está ahorrando una gran expulsión. Prueba otra vez.
-Vete de aquí, por favor.
-Sigue sin serlo, nena.
-¿Qué quieres, Christian?
-Un favor sin importancia. Mañana a eso de las cuatro irás a mi casa, tomarás café con mis padres, te harás pasar por mi novia y harás como que estás enamoradísima de mí. A cambio, te concedo un mes de paz.
-¿Que me haga pasar por tu novia? No pegamos ni con cola, chaval.
-Pues tendremos que pegar, así que dedícate a sonreírme y aceptar mis besos.
-¿Y si no...?
-Mille lo sabrá todo.
-Eres un cabrón. 
-Ehh, recuerda que me quieres, nena. Dame un beso, que me voy.
Le lanzo el primer muñeco que veo y se vuelve a ir por la ventana riéndose.
Cierro con fuerza la ventana y me siento en la cama muerta de rabia. Es un imbécil. Un completo imbécil. Tengo que conseguir saber dónde tiene las fotos originales y borrarlas, romperlas o quemarlas. O todo a la vez. Que asco de chaval. ¿Hacerme pasar por su novia? ¿Para qué? Si él está con Tábata... Dios, Tábata. Me matará si se entera de esto. ¿Y Mille? Debería contárselo yo primero. Pero puede pensar que le estoy mintiendo. Y en las fotos se nos ve demasiado empalagosos. 
Una bomba nuclear, y fin de todo. En fin. Debería dormir.

viernes, 24 de agosto de 2012

Capítulo 27

El viaje de vuelta se me hizo bastante corto. Agarrada a su mano, con la cabeza apoyada en su hombro mirando el paisaje. ACDC de fondo.
Cuando llegamos, su padre se fue a casa y él me acompañó a la mía. Llevaba mi mochila y aún seguíamos de la mano. 
-Pues ya estamos. Se me ha hecho todo muy corto, princesa.
-Menos por la parte de mi padre... sí. Bastante. Esta noche te echaré de menos en mi cama.
-Bueno, me puedo escapar como estas tardes para estar contigo, preciosa. 
-No quiero que te cuelguen por mi culpa, me sentiría algo culpable. 
-¿Algo culpable? Vaya, ya veo lo mucho que me qui...
A mitad de su palabra le beso. No podía más. Llevaba mucho sin hacerlo. Cada beso suyo es una parada de mi corazón. No siento nada más que su boca en la mía. Sus manos en las mías. Su sonrisa en mis labios. Es todo tan surrealista que me siento en un sueño. ¿Despertarme? JAJAJA. Ni de coña. No he sido más feliz en mi vida. No me habían dolido las mejillas de tanto sonreír desde hace muchísimo tiempo. Le quiero. Le quiero como a nada. Le amo como a nadie. Le necesito como al aire. Le adoro como a un puto dios. ¿Que esto me puede hacer daño? Sí, lo sé. Asumí todos esos riesgos la primera vez que le besé. Era un juego. Todo es un juego. Tengo más posibilidades de perder que de ganar. Pero no me rendiré fácilmente. Nunca había tenido tanto en tan poco. 
Seguimos abrazados. Pensando en lo muchísimo que hemos vivido en dos días. 
-Bueno, pequeña, deberías volver. Tu madre se asustará. Mañana te veo. Te quiero, pequeña.
Me da un beso en la frente, me suelta la mano y se va.
Yo entro en casa y subo a mi cuarto. Suelto la mochila, me tiro en la cama y me empiezo a reír como una histérica feliz.
-Guau. Creí que no llegarías nunca, Katth.
Me asusto. ¿De dónde viene esa voz? Es...es... No, no puede ser él. Debo de estar soñando. En una esquina de la habitación, sentado en el suelo, con un papel entre las manos está él. ¿Qué hace aquí? No puede estar aquí. ¿Cómo ha entrado? La ventana, joder, la ventana. Tengo que hacer algo para que se me dejen de colar los pives en casa.
A este paso, mi madre creerá que me monto orgías con sólo tíos.
-¿Qué haces aquí?
-Tenemos tú y yo algo pendiente. Tú me debes algo, y lo sabes.
-No te debo nada.
-Sí, sí me debes. Mi silencio tiene un precio, nena.
-¿Tu silencio? ¿Para qué quiero yo tu silencio?
-Tú sabrás qué me llevo callando estas semanas. ¿O hace falta que te refresque la memoria?
Deja el papel que tenía entre manos encima de mi mesa. Lo miro y veo que es una foto. De los dos. 

miércoles, 22 de agosto de 2012

Capítulo 26

Me dediqué a buscar toda mi ropa por la casa, que aún seguía esparcida. Iba recordando cada momento de estos dos días mientras lo hacía. 
Cada sonrisa, cada mirada, cada beso, cada palabra, cada nota, cada grito, cada lágrima, cada abrazo, cada historia, cada regalo. A él. 
Sonrío mientras noto que mis ojos se humedecen. Tiemblo al pensar en lo que podía haber pasado y sin embargo ha ido todo bien. 
¿Estar loca por él? Ahora mismo no hay palabras que demuestren lo que siento y lo que lo necesito. Dormir a su lado ha sido como lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. 
Sus dedos jugando con mi pelo. Su mano agarrada a mi cintura para que no me cayera. Sus ojos verdes en frente de los míos. Su pelo haciéndome cosquillas en la cara cuando se movía. Mis manos sobre su tripa jugueteando.
Nunca pensé que estaría así con un chico. No me había llegado a imaginar lo que es estar tan sumamente enamorada de alguien. 
¿Quererle? Le quiero a tres centímetros de mí como muy lejos. Le quiero metido en mi cama a todas horas. Le quiero besar hasta quedarme sin labios. Le quiero comer a besos. Le quiero abrazado a mi cintura prometiéndome el mundo. Le quiero de la mano dando un paseo. Le quiero mirar a los ojos y perderme para siempre. Le quiero como si no hubiera sabido lo que es querer hasta que le conocí.
¿Que en un principio era todo un juego? Sí, está claro. No soy de las que besan a un chaval al segundo día de conocerle. Aunque bueno. Con él y con Christian... ¿Qué hago pensando en Christian? ¿Qué hago malgastando mi tiempo acordándome de él? Yo no quiero a Christian. Y si le besé fue porque él me besó a mí. Estaba muy cabreado ese día. Sí, lo estaba. Y me hubiera llevado bien con ese chico si el imbécil de mi padre no hubiera aparecido por la puerta. Me da igual que me vea besándome. Me da igual que vea cómo beso a dos el mismo día. No estaba saliendo con Mille aún. Pero no tenía derecho a montarme el numerito que me montó. No le conté nada a mi madre, a pesar de la insistencia de Mille. Lo que me faltaba para terminar de ponerme en contra a ese hombre que sólo me quiere joder. Acabaremos muy mal. 
-Mi padre llega en media hora, preciosa. Yo me daría prisa.-Mille me devuelve al mundo real.
Me agarra por detrás, me abraza por la cintura y apoyo la cabeza en su hombro. ¿Cómo no le voy a querer si es lo más maravilloso de este mundo? 
-¿Has terminado de recoger?
-Estoy en ello. No encuentro mi sujetador.
-¿El negro que llevabas ayer?
-Sí, ¿sabes dónde está?
-Me he permitido el lujo de apropiármelo. Como decías que no tenías nada que regalarme, ya lo he encontrado yo.
Le miro a los ojos y veo que dice la verdad. Me ruborizo al instante. No puedo con este hombre. 
-Pues deberías de saber que ando escasa de sujetadores, así que deberías devolvérmelo. Porque si no me veré en la obligación de quitarte unos de tus calzoncillos, que por cierto, son muy cómodos.-Le guiño un ojo y veo su cara de sorpresa.
-¿Tienes tú los negros de dibujos?
-No lo sé, a lo mejor me confundí y me puse eso en vez de mis bragas.-me subo la falda para que los vea y me suelta. Me empiezo a reír y por no variar salgo corriendo.
-Eres una ladrona, pequeña.
-Yo creo que estamos en paz.

jueves, 16 de agosto de 2012

Capítulo 25

-¿Qué haces?
-Llamar para que vengan a por mí.
-Dame ese teléfono.
-¿También me quieres quitar esto? -repliqué con lágrimas en los ojos que no pensaba darle el gusto de ver caer.
-No. Quiero que me escuches. Dámelo. 
-No te lo voy a dar. -empecé a marcar.
Se acercó y me lo quitó. Colgó y me miró.
-No van a venir a buscarte. No voy a dejar que te vayas así.
-Estoy genial. Dame el teléfono.
-Ya deberías de saber que a mi no me engañas Katthy.
¿Katthy? Creía que ahora para él era Kattherine sin más.
-No sé a qué te refieres. 
-Me he pasado. Soy un estúpido, lo sé. Sé que lo que has hecho ha sido por mí y por mi bien. Tu padre no es precisamente majo. Y sé que me odia y buscará cualquier motivo para separarnos. Lo siento, lo siento muchísimo. Por favor, perdóname. Sé que me he pasado mucho, y sólo te pido que me perdones, si no quieres volver conmigo, está bien. Lo aceptaré por mucho que duela.
A medida que hablaba intentaba formar un muro alrededor mío para que sus palabras no me atravesaran, que no me hicieran mella. Pero no dio tiempo a que el cemento se secara cuando él me invadió como un jodido tsunami. Derrumbó todo el muro. De los cimientos al tejado. Notaba mis mejillas enmudecidas y no sabía cuándo había empezado a llorar. No puedo estar cabreada con él. No puedo.
-Está bien. Te perdono.
Me devuelve el móvil y pienso muy rápidamente qué hacer. Llamar para que vengan a por mí sería la mejor opción, pero como soy una jodida kamikaze, decido quedarme con él.
Me acerco a él muy despacio. Él tiene la cabeza agachada y me parece que está llorando. La verdad es que hoy desde lo de su hermana ha estado muy raro. Muy sensible y susceptible. En parte es culpa mía. Estoy al lado suya. Le cojo las manos, entrelazo mis dedos con los suyos e intento mirarle a los ojos a través de su gran mata de pelo.
-Ehh pequeño. ¿Qué sucede? Llevas todo el día muy raro.
-Es sólo... hoy hace dos años de la muerte de mi madre y mi hermana. He... he reaccionado así antes por eso, supongo. Llevo todo el día intentando no llorar y... al final he explotado de la peor forma. Pagándolo contigo. 
-Ehh, tranquilo. Ya está, ¿vale? Ya ha acabado todo. 
Me pongo de puntillas para abrazarle y noto que empieza a llorar. Nunca le había visto así. Le susurro palabras al oído para que se tranquilice. Al cabo de un rato se separa de mí con los ojos aún llorosos.
-Gracias. Necesitaba desahogarme. Yo... nunca había llorado delante de nadie, no me gusta que sientan lástima por mí. Pero tú... tú eres distinta a todos. Eres la única que sé que puede comprenderme. Al fin y al cabo, tú perdiste a tu padre.

Capítulo 24

Está claro que no todo era siempre perfecto. Teníamos nuestras discusiones, como todas las parejas. Sin ir más lejos, la primera y más seria fue después de que se fuera Daniel de la casa.
Seguíamos los dos tumbados en el césped él encima mía y de repente paró de besarme y se separó de mí de golpe.
-¿Por qué lo has hecho?
-¿El qué?
-Iba hacia la puerta a hablar con tu padre, me has parado y me has empezado a besar. No deberías haberlo hecho.
-No podía dejarte salir así.
-¡¿Qué más te da cómo salga?!
-¡Pues si me da! ¿Y si te pasa cualquier cosa?
-No entiendes que no me iba a pasar nada... no lo entiendes. 
-¿Pero no ves que lo que ese hombre quiere es que le pegues para tener motivos para denunciarte?
-¿Pero no entiendes que me da igual? ¡Que no puedo ver cómo te trata!
-¡Pero a mí ya me da igual!
-Pues a mí no. Y no lo pienso permitir, y la próxima vez que le vea, le partiré la cara.

-La próxima vez que le veas no le vas a hacer nada.
-¿Y cómo piensas impedirlo?
-Porque antes de tocarle a él me tendrás que pegar a mí.
-No te pondrás en medio, Kattherine. No te dejaré.
Kattherine, él nunca me llamaba así. Para él era simplemente Katth, o Katthy, cariño, preciosa, pequeña. Pero nunca Kattherine. ¿Tanto le había molestado todo esto?
-¿Pero no ves que es esto lo que él quiere? ¿Que no paremos de discutir?
-Pues a lo mejor lo ha conseguido.
-¿Qué ha conseguido?
-Que esto se quede aquí.
Me quedé mirándole incrédula. Osea que definitivamente me había utilizado. Le vi irse dirección al lago y yo me metí para la casa. Subí a la planta de arriba y me encerré en el baño. Me puse a llorar por haber sido tan tonta. Me quité la cadena con la M y la tiré al otro lado del baño. Decidí bajar, hacer la maleta y llamar a su padre para que viniera por mí. Quizá aún estaba Daniel en la puerta. Estaba dispuesta a irme con él.
Quité el cerrojo y abrí la puerta. Recordé el colgante y lo recogí. Bajé las escaleras y entré en la habitación. Me quité el bikini de su hermana, dejé el colgante encima de la mesilla con todo lo demás. Me puse mi ropa, lo recogí todo y cerré la maleta.
Tenía el móvil en la mano para llamar a su padre cuando apareció Mille por la puerta.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Capítulo 23

Cómo no, ahí estaba él para joderlo todo. Este hombre me empieza a sacar de mis casillas. No le aguanto. Ya no más. Ya me ha jodido demasiado momentos como para dejar que siga así. Estoy harta. Harta. No pienso permitir que también estropee esto. Esto ya sí que no.
-Mille, cierra la puerta. No hables con desconocidos.
-Vístete ahora mismo. Nos vamos.
-¿Perdone? Yo con usted no salgo de esta casa. Vuélvase por donde ha venido.
-Ya ha oído a la señorita.-Mille intentó cerrar la puerta, pero Daniel se puso en medio. 
-Tú cállate, o te denunciaré por acoso a mi niña.
-Lárguese de aquí. Usted no es mi padre.-Me acerco a él, empieza a retroceder y le cierro la puerta en las narices. 
Vuelve a sonar el timbre, una y otra vez.
-Vámonos. ¡Mille, por favor, vámonos!
Le tengo que agarrar, porque se está empezando a cabrear y nunca le había visto así. Me lo intento llevar de vuelta al lago, pero no puedo con él, tiene muchísima más fuerza que yo. 
¿Qué hago, joder, qué hago? Tengo que pararle, como sea. Como sea. ¿Pero cómo, jodeeeer?
No sé cómo pero se me ocurre que quizá besándole... pero no va a funcionar. Tengo que intentarlo igualmente. 
Le beso, le beso como nunca. Rodeo con mis brazos su cuello y siento que sus músculos se relajan. Me coge por la cintura y me engancho con las piernas a su cuerpo. 
Está funcionando. Juego con su pelo, mientras trato de no caerme. Me lleva de vuelta al lago.
Me tumba con cuidado en la toalla y empezamos a acariciarnos, despacio. Le quito la camiseta, que es lo único que le queda a parte del bañador. No tenemos miedo de que nos vean. Este lago es sólo de esta casa. Giramos, estoy encima suya. Besándole. Como nunca. 

En ese momento me doy cuenta de que es ÉL. El chico perfecto, al que todas buscan. El chico con el que soñamos desde niñas. El príncipe azul. Ése chico que queremos tener desde crías, ese que soñamos sólo con ver las películas de las princesas disney. 
El príncipe de esas películas que no creemos que existan. El chico más maravilloso del mundo que sólo creemos que es imaginario. Es besarlo y sentir que lo quieres a tu lado, para siempre. Tener siete hijos con sus ojos y su sonrisa. Levantarte cada día de su mano y sentir que todo es perfecto. Le quiero, como nunca he querido a nadie. Le necesito a mi lado cada jodido segundo de esta jodida vida. Puede sonar egoísta, pero en poco tiempo es más de la mitad de mí. He cambiado. Mucho, en muy poco y sólo creo que para bien y por él.

Capítulo 22

Estamos los dos, tumbados en una toalla, tomando el sol. "Die my darling" de fondo. Los dos, hablando, conociéndonos más. Es tan adorable que me encantaría pasarme la vida abrazada a él. Todo es tan distinto cuando sus brazos se cierran alrededor de mi cintura, que se me olvida todo. Todos los problemas. Mi padre, Christian, Úrsula, Matt, Tábata, el señor Wood. Es todo muy distinto cuando sus labios rozan los míos. El mundo es nuestro, sólo nuestro. Todo cambia alrededor. Es como si sólo viviéramos él y yo. Esta casa es todo el mundo. 
-Vamos a bañarnos.
-Pero tiene que estar muy fría
-Si tienes frío, pégate, preciosa.-sonrisa pícara más guiño, muero de amor.
-Si tengo frío, me vuelvo a la toalla, precioso.
Nos empezamos a meter poco a poco, el agua está completamente helada.
-¿Te lo has pensado mejor?
-Sí, creo, que mejor, te congelas tú.-Y me agacho y le empiezo a salpicar.
Empezamos una guerra hasta que me coge y me tira entera al agua. Completamente helada, salgo tiritando y le abrazo.
-¿No decías que no te me ibas a pegar?
-Ya, pero así te congelas tú también.-Subo las piernas y estoy completamente abrazada a él. 
Noto que empieza a andar hacia el agua y que nos sumergimos los dos poco a poco.
-Por lo menos ya has dejado de apestar, hay que ducharse todos los días, preciosa.-me guiña un ojo.
Me suelto de él de golpe y le empujo.
-Eres un imbécil.
-Pero muy irresistible. Al menos para ti.
Noto cómo se va acercando poco a poco e intento irme, pero ya le he mirado a los ojos. Ya me han cautivado esos jodidos ojos verdes. Me quedo mirándole y noto que a cada paso suyo, mi corazón se acelera aún más. Diez centímetros. Mi corazón se me va a salir del pecho. Ocho centímetros. La respiración se me acelera. Cuatro centímetros. No puedo apartar la mirada de sus ojos. Dos centímetros. Mi cuerpo entero me pide lanzarme a sus brazos. Su nariz roza la mía y yo siento que no lo puedo soportar más, que necesito besarle, abrazarle, estar con él. Estoy dispuesta a besarle cuando se separa de golpe.
-¿Qué sucede?
-Me ha parecido oír el timbre de la casa. Espera aquí, ahora vengo.
-No, voy contigo. 
Esta vez hasta yo lo oigo. Suena el timbre de nuevo, y otra vez y no para. Salimos del agua, nos ponemos algo de ropa, aunque la calemos y vamos hacia la puerta.
Al abrir la puerta, ahí estaba él. 

Capítulo 21

Recuerdo despertarme con el olor del café recién hecho y muriéndome de hambre. Cogí la camiseta de Metallica, me la puse y me acordé de la cadena que Mille me había regalado. Me la enganché al cuello y me dispuse a ir a la cocina. 
Allí estaba él. Con un bañador. Sólo eso. Sirviendo un gran desayuno encima de la mesa de la cocina. Me apoyé en el marco de la puerta, apoyé mi pie derecho sobre el izquierdo y me crucé de brazos.
-Buenos días bella durmiente.-Dijo sin girarse.
-¿Cómo sabes que estoy aquí?
-Te he oído llegar.
-No hago ruido.
-Pues te habré sentido entonces.-Añadió mientras se acercaba para besarme.-Siéntate, el desayuno ya casi está. Me siento en la mesa, al lado de las magdalenas y cojo una taza. Le echo café y un poco de leche. 
-¿Y el azúcar?
-Detrás de ti, pequeña.
-¿Tú no desayunas?
-Contigo me sobra, princesa. Ahora desayuno, tú come tranquila. Por cierto, tenemos sillas, no sé en tu casa...- se empieza a reír de mí.
-Pues no, fíjate, en mi casa nos sentamos en las mesas y las cosas las ponemos en las sillas. Eres tú el que vive en el mundo al revés.-le guiño un ojo y me tomo mi café.
Se ríe mientras termina con las tostadas y se sienta en una silla debajo de mí.
-Así no puedo desayunar, preciosa.
-¿Pretendes que me quite yo? 
-Sí, eres tú la que está en la mesa.
-Muy bien, como tú quieras.-Me bajé de la mesa, me senté encima suya, cara a cara.-¿Así mejor?
-Hombre, a mí me gusta más, pero sigo sin poder comer.
-Tranquilo, yo te doy de comer.- Me giro un poco, cojo un magdalena, le quito el papel y se la meto entera en la boca. Antes de que pueda reaccionar he salido corriendo. Tarda poco en alcanzarme, sin embargo. Noto sus manos entorno a mi cintura y no puedo parar de reírme.
-Ufff, apestas.
¿Cómo que apesto? Serás...
-¿Guapo? ¿Increíble? ¿Querible?
-Estúpido es la palabra.
-Ponte el bikini, anda, vámonos al lago que hace un buen día.
Voy a la habitación y me dedico a rebuscar en la maleta pero mi madre no me ha metido ningún bikini.
-Si no tienes, no te preocupes, yo tengo alguno sin estrenar.
-Ohhh ¿me vas a dejar uno de los tuyos? No creo que tengamos la misma talla de pecho tú y yo...
-No son míos, tonta. Son de mi hermana. Tranquila, aún tienen la etiqueta puesta.
-¿Y no le molestará que se los estrene yo?
-Mi hermana no los podré estrenar nunca, así que no.-Se puso muy serio de repente.
Me acerqué a él le levanté la cabeza para que me mirara y vi que sus ojos estaban llorosos.
-Ehhh ¿Qué pasa, chiquitín? ¿He dicho algo que no debía?
-Tranquila, no es culpa tuya. Mi hermana murió hace unos años. Pero bueno. Vamos a ver cuál te gusta más, total, como si los quieres todos.