martes, 14 de agosto de 2012

Capítulo 18

-Abre los regalos y luego seguimos. Quiero ver tu cara.
-Está bien.
Empecé por el primero que me encontré, el del armario de la habitación. Deshice el lazo blanco y lo doblé con mucho cuidado para que no se estropeara, quería conservarlo como recuerdo de este día. Quité el papel de regalo y me encontré un caja, normal. No muy grande, pero tampoco pequeña. Una caja de cartón marrón, normal y corriente.
Me quedé mirando a Mille y al ver mi cara, se empezó a reír.
-Se abre por un lado, preciosa.
¡Seré tonta! Tenía una ranura en un de los lados que la abría. Al meter la mano, noté un contacto a tela. No áspera, pero tampoco suave. Lo saqué muy despacio y descubrí que era un vestido, negro, precioso. De palabra de honor, con algún volante, pero no excesivos y que terminaba más o menos por la rodilla. En realidad era uno de mis favoritos.
-¿Cómo lo has sabido?
-Me llevo muy bien con tu madre, preciosa.
-Pero te tiene que haber costado un dineral. No me parece justo, yo no tengo nada que regalarte.
-No quiero que me regales nada, sólo quiero que lo aceptes.
Noté cómo las lágrimas amenazaban con aparecer. Todo era tan perfecto...
-Todavía te quedan tres, preciosa.
Cogí el pequeñito del horno. Quité el envoltorio y apareció una bolsita de tela. Al abrirla, descubrí que dentro se encontraba un conjunto de un colgante de oro, con un M de oro, una pulsera con un símbolo de la paz colgando y unos pendientes de aro con una calavera girando en ellos. 
Me quedé mirándole, porque si pensaba que con el vestido se había pasado, esto ya era abusivo.
-Antes de que digas nada, no. No considero que me haya pasado. Sigue.
Lo volví a meter todo en la bolsita y lo dejé delicadamente encima de la mesa.
Cogí el gran paquete del comedor. Quité el gran lazo rojo con sumo cuidado y traté de quitar el papel de envolver, que no era poco. Abrí la caja, y dentro había otra caja. Al abrir esa caja, descubrí que estaba llena de discos. De todos y cada uno de los grupos que él sabía que yo escuchaba. De Kreator a Marea. Todos y cada uno de los discos de cada grupo. 
Se estaba pasando, se estaba pasando de veras.
-Te queda el último. Por el cual, aún no has pagado la prenda, con lo cual no tienes derecho a abrirlo. Si me permites.- Dijo mientras cogía mi camiseta por la parte de abajo dispuesto a quitármela.
Dejé el paquete encima de la cama y dejé que me quitara la camiseta, sin pensar en que me estaría viendo todo. Dejó la camiseta con cuidado a un lado y me dio el paquete.
-Todo tuyo, princesa.

Al abrirlo me quedé alucinada. Me quedé mirándole como nunca.
-Es...es... preciosa.
Me había regalado su camiseta preferida. Su camiseta de Metallica que apenas se ponía para no estropearla. Sabía lo muchísimo que le había costado, tanto encontrarla como pagarla. No podía aceptarla, no podía.
-No voy a permitirte que me la desprecies. Que te quede claro. Te la regalo porque te quiero, porque te amo por encima de todo y de todos. Y sé que a veces tienes dudas, respecto a las otras, respecto a lo que hice por ellas.  También sé que sabes que esta es mi camiseta. Que no se la daría jamás a nadie. A nadie, que no valorara como te valoro a ti. Que te quiero, Kattherine Jones. Y si aún no se ha dado cuenta, es culpa suya, señorita.
Yo seguía sin palabras, así que dejé la camiseta encima de la caja de discos, salté sobre él y le empecé a besar. Me tenía cogida y por una vez yo era más alta que él. Me sujetó con fuerza y me llevó hasta la cama.
Se tumbó a mi lado, respetándome todo lo posible y me siguió besando. Notaba cómo su mano empezaba a subir desde mi muslo a mi cintura, subiendo hacia el pecho.
Le dejé que se pusiera medio encima mía y le empecé a acariciar muy despacio, igual que él a mí. A partir de ese momento se me olvidaron todos y todo y me dediqué a él.

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