viernes, 24 de agosto de 2012

Capítulo 27

El viaje de vuelta se me hizo bastante corto. Agarrada a su mano, con la cabeza apoyada en su hombro mirando el paisaje. ACDC de fondo.
Cuando llegamos, su padre se fue a casa y él me acompañó a la mía. Llevaba mi mochila y aún seguíamos de la mano. 
-Pues ya estamos. Se me ha hecho todo muy corto, princesa.
-Menos por la parte de mi padre... sí. Bastante. Esta noche te echaré de menos en mi cama.
-Bueno, me puedo escapar como estas tardes para estar contigo, preciosa. 
-No quiero que te cuelguen por mi culpa, me sentiría algo culpable. 
-¿Algo culpable? Vaya, ya veo lo mucho que me qui...
A mitad de su palabra le beso. No podía más. Llevaba mucho sin hacerlo. Cada beso suyo es una parada de mi corazón. No siento nada más que su boca en la mía. Sus manos en las mías. Su sonrisa en mis labios. Es todo tan surrealista que me siento en un sueño. ¿Despertarme? JAJAJA. Ni de coña. No he sido más feliz en mi vida. No me habían dolido las mejillas de tanto sonreír desde hace muchísimo tiempo. Le quiero. Le quiero como a nada. Le amo como a nadie. Le necesito como al aire. Le adoro como a un puto dios. ¿Que esto me puede hacer daño? Sí, lo sé. Asumí todos esos riesgos la primera vez que le besé. Era un juego. Todo es un juego. Tengo más posibilidades de perder que de ganar. Pero no me rendiré fácilmente. Nunca había tenido tanto en tan poco. 
Seguimos abrazados. Pensando en lo muchísimo que hemos vivido en dos días. 
-Bueno, pequeña, deberías volver. Tu madre se asustará. Mañana te veo. Te quiero, pequeña.
Me da un beso en la frente, me suelta la mano y se va.
Yo entro en casa y subo a mi cuarto. Suelto la mochila, me tiro en la cama y me empiezo a reír como una histérica feliz.
-Guau. Creí que no llegarías nunca, Katth.
Me asusto. ¿De dónde viene esa voz? Es...es... No, no puede ser él. Debo de estar soñando. En una esquina de la habitación, sentado en el suelo, con un papel entre las manos está él. ¿Qué hace aquí? No puede estar aquí. ¿Cómo ha entrado? La ventana, joder, la ventana. Tengo que hacer algo para que se me dejen de colar los pives en casa.
A este paso, mi madre creerá que me monto orgías con sólo tíos.
-¿Qué haces aquí?
-Tenemos tú y yo algo pendiente. Tú me debes algo, y lo sabes.
-No te debo nada.
-Sí, sí me debes. Mi silencio tiene un precio, nena.
-¿Tu silencio? ¿Para qué quiero yo tu silencio?
-Tú sabrás qué me llevo callando estas semanas. ¿O hace falta que te refresque la memoria?
Deja el papel que tenía entre manos encima de mi mesa. Lo miro y veo que es una foto. De los dos. 

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