jueves, 16 de agosto de 2012

Capítulo 25

-¿Qué haces?
-Llamar para que vengan a por mí.
-Dame ese teléfono.
-¿También me quieres quitar esto? -repliqué con lágrimas en los ojos que no pensaba darle el gusto de ver caer.
-No. Quiero que me escuches. Dámelo. 
-No te lo voy a dar. -empecé a marcar.
Se acercó y me lo quitó. Colgó y me miró.
-No van a venir a buscarte. No voy a dejar que te vayas así.
-Estoy genial. Dame el teléfono.
-Ya deberías de saber que a mi no me engañas Katthy.
¿Katthy? Creía que ahora para él era Kattherine sin más.
-No sé a qué te refieres. 
-Me he pasado. Soy un estúpido, lo sé. Sé que lo que has hecho ha sido por mí y por mi bien. Tu padre no es precisamente majo. Y sé que me odia y buscará cualquier motivo para separarnos. Lo siento, lo siento muchísimo. Por favor, perdóname. Sé que me he pasado mucho, y sólo te pido que me perdones, si no quieres volver conmigo, está bien. Lo aceptaré por mucho que duela.
A medida que hablaba intentaba formar un muro alrededor mío para que sus palabras no me atravesaran, que no me hicieran mella. Pero no dio tiempo a que el cemento se secara cuando él me invadió como un jodido tsunami. Derrumbó todo el muro. De los cimientos al tejado. Notaba mis mejillas enmudecidas y no sabía cuándo había empezado a llorar. No puedo estar cabreada con él. No puedo.
-Está bien. Te perdono.
Me devuelve el móvil y pienso muy rápidamente qué hacer. Llamar para que vengan a por mí sería la mejor opción, pero como soy una jodida kamikaze, decido quedarme con él.
Me acerco a él muy despacio. Él tiene la cabeza agachada y me parece que está llorando. La verdad es que hoy desde lo de su hermana ha estado muy raro. Muy sensible y susceptible. En parte es culpa mía. Estoy al lado suya. Le cojo las manos, entrelazo mis dedos con los suyos e intento mirarle a los ojos a través de su gran mata de pelo.
-Ehh pequeño. ¿Qué sucede? Llevas todo el día muy raro.
-Es sólo... hoy hace dos años de la muerte de mi madre y mi hermana. He... he reaccionado así antes por eso, supongo. Llevo todo el día intentando no llorar y... al final he explotado de la peor forma. Pagándolo contigo. 
-Ehh, tranquilo. Ya está, ¿vale? Ya ha acabado todo. 
Me pongo de puntillas para abrazarle y noto que empieza a llorar. Nunca le había visto así. Le susurro palabras al oído para que se tranquilice. Al cabo de un rato se separa de mí con los ojos aún llorosos.
-Gracias. Necesitaba desahogarme. Yo... nunca había llorado delante de nadie, no me gusta que sientan lástima por mí. Pero tú... tú eres distinta a todos. Eres la única que sé que puede comprenderme. Al fin y al cabo, tú perdiste a tu padre.

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