miércoles, 15 de agosto de 2012

Capítulo 21

Recuerdo despertarme con el olor del café recién hecho y muriéndome de hambre. Cogí la camiseta de Metallica, me la puse y me acordé de la cadena que Mille me había regalado. Me la enganché al cuello y me dispuse a ir a la cocina. 
Allí estaba él. Con un bañador. Sólo eso. Sirviendo un gran desayuno encima de la mesa de la cocina. Me apoyé en el marco de la puerta, apoyé mi pie derecho sobre el izquierdo y me crucé de brazos.
-Buenos días bella durmiente.-Dijo sin girarse.
-¿Cómo sabes que estoy aquí?
-Te he oído llegar.
-No hago ruido.
-Pues te habré sentido entonces.-Añadió mientras se acercaba para besarme.-Siéntate, el desayuno ya casi está. Me siento en la mesa, al lado de las magdalenas y cojo una taza. Le echo café y un poco de leche. 
-¿Y el azúcar?
-Detrás de ti, pequeña.
-¿Tú no desayunas?
-Contigo me sobra, princesa. Ahora desayuno, tú come tranquila. Por cierto, tenemos sillas, no sé en tu casa...- se empieza a reír de mí.
-Pues no, fíjate, en mi casa nos sentamos en las mesas y las cosas las ponemos en las sillas. Eres tú el que vive en el mundo al revés.-le guiño un ojo y me tomo mi café.
Se ríe mientras termina con las tostadas y se sienta en una silla debajo de mí.
-Así no puedo desayunar, preciosa.
-¿Pretendes que me quite yo? 
-Sí, eres tú la que está en la mesa.
-Muy bien, como tú quieras.-Me bajé de la mesa, me senté encima suya, cara a cara.-¿Así mejor?
-Hombre, a mí me gusta más, pero sigo sin poder comer.
-Tranquilo, yo te doy de comer.- Me giro un poco, cojo un magdalena, le quito el papel y se la meto entera en la boca. Antes de que pueda reaccionar he salido corriendo. Tarda poco en alcanzarme, sin embargo. Noto sus manos entorno a mi cintura y no puedo parar de reírme.
-Ufff, apestas.
¿Cómo que apesto? Serás...
-¿Guapo? ¿Increíble? ¿Querible?
-Estúpido es la palabra.
-Ponte el bikini, anda, vámonos al lago que hace un buen día.
Voy a la habitación y me dedico a rebuscar en la maleta pero mi madre no me ha metido ningún bikini.
-Si no tienes, no te preocupes, yo tengo alguno sin estrenar.
-Ohhh ¿me vas a dejar uno de los tuyos? No creo que tengamos la misma talla de pecho tú y yo...
-No son míos, tonta. Son de mi hermana. Tranquila, aún tienen la etiqueta puesta.
-¿Y no le molestará que se los estrene yo?
-Mi hermana no los podré estrenar nunca, así que no.-Se puso muy serio de repente.
Me acerqué a él le levanté la cabeza para que me mirara y vi que sus ojos estaban llorosos.
-Ehhh ¿Qué pasa, chiquitín? ¿He dicho algo que no debía?
-Tranquila, no es culpa tuya. Mi hermana murió hace unos años. Pero bueno. Vamos a ver cuál te gusta más, total, como si los quieres todos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario