miércoles, 22 de agosto de 2012

Capítulo 26

Me dediqué a buscar toda mi ropa por la casa, que aún seguía esparcida. Iba recordando cada momento de estos dos días mientras lo hacía. 
Cada sonrisa, cada mirada, cada beso, cada palabra, cada nota, cada grito, cada lágrima, cada abrazo, cada historia, cada regalo. A él. 
Sonrío mientras noto que mis ojos se humedecen. Tiemblo al pensar en lo que podía haber pasado y sin embargo ha ido todo bien. 
¿Estar loca por él? Ahora mismo no hay palabras que demuestren lo que siento y lo que lo necesito. Dormir a su lado ha sido como lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. 
Sus dedos jugando con mi pelo. Su mano agarrada a mi cintura para que no me cayera. Sus ojos verdes en frente de los míos. Su pelo haciéndome cosquillas en la cara cuando se movía. Mis manos sobre su tripa jugueteando.
Nunca pensé que estaría así con un chico. No me había llegado a imaginar lo que es estar tan sumamente enamorada de alguien. 
¿Quererle? Le quiero a tres centímetros de mí como muy lejos. Le quiero metido en mi cama a todas horas. Le quiero besar hasta quedarme sin labios. Le quiero comer a besos. Le quiero abrazado a mi cintura prometiéndome el mundo. Le quiero de la mano dando un paseo. Le quiero mirar a los ojos y perderme para siempre. Le quiero como si no hubiera sabido lo que es querer hasta que le conocí.
¿Que en un principio era todo un juego? Sí, está claro. No soy de las que besan a un chaval al segundo día de conocerle. Aunque bueno. Con él y con Christian... ¿Qué hago pensando en Christian? ¿Qué hago malgastando mi tiempo acordándome de él? Yo no quiero a Christian. Y si le besé fue porque él me besó a mí. Estaba muy cabreado ese día. Sí, lo estaba. Y me hubiera llevado bien con ese chico si el imbécil de mi padre no hubiera aparecido por la puerta. Me da igual que me vea besándome. Me da igual que vea cómo beso a dos el mismo día. No estaba saliendo con Mille aún. Pero no tenía derecho a montarme el numerito que me montó. No le conté nada a mi madre, a pesar de la insistencia de Mille. Lo que me faltaba para terminar de ponerme en contra a ese hombre que sólo me quiere joder. Acabaremos muy mal. 
-Mi padre llega en media hora, preciosa. Yo me daría prisa.-Mille me devuelve al mundo real.
Me agarra por detrás, me abraza por la cintura y apoyo la cabeza en su hombro. ¿Cómo no le voy a querer si es lo más maravilloso de este mundo? 
-¿Has terminado de recoger?
-Estoy en ello. No encuentro mi sujetador.
-¿El negro que llevabas ayer?
-Sí, ¿sabes dónde está?
-Me he permitido el lujo de apropiármelo. Como decías que no tenías nada que regalarme, ya lo he encontrado yo.
Le miro a los ojos y veo que dice la verdad. Me ruborizo al instante. No puedo con este hombre. 
-Pues deberías de saber que ando escasa de sujetadores, así que deberías devolvérmelo. Porque si no me veré en la obligación de quitarte unos de tus calzoncillos, que por cierto, son muy cómodos.-Le guiño un ojo y veo su cara de sorpresa.
-¿Tienes tú los negros de dibujos?
-No lo sé, a lo mejor me confundí y me puse eso en vez de mis bragas.-me subo la falda para que los vea y me suelta. Me empiezo a reír y por no variar salgo corriendo.
-Eres una ladrona, pequeña.
-Yo creo que estamos en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario