miércoles, 25 de julio de 2012

Capítulo 10

Llegué a mi casa, cabreada, impotente y llorando. ¿Cómo había pasado esto?
Cuando mi madre me vio entrar, lo primero que hizo fue abrazarme fuerte y decirme que me tranquilizara. Tiré la mochila al suelo, subí corriendo a mi habitación y puse la silla para que nadie entrara. Sé que mi madre sólo quería ayudarme, pero no quería estar con nadie.
Empecé a recordar todo lo que había pasado. Me metí debajo de la mesa con los cascos con mi música muy alta.
Me había humillado. Humillado, como nunca lo había hecho nadie. No sé cómo fui tan tonta de a pesar de ello quedarme a escuchar. Debería haber salido corriendo nada más verle aparecer. Pero hubiera sido muy cobarde. Aunque el beso no había sido culpa mía, se necesitan dos pares de labios para un beso. Yo me dejé. Joder, ¿por qué lo hice? Le tendría que haber vuelto a partir la nariz, ¿por qué no lo hice? Supongo que al verle tan cabreado no me atreví a cabrearle aún más. Pero aunque no le hubiera dado, ¡me tendría que haber apartado! Lo tenía que haber hecho, joder. Tenía que haber pensado en qué pasaría si apareciese Mille. Tenía que haber pensado que Christian tenía novia. Tenía que haber pensado que estábamos en un clase. Tenía que haber pensado que un instituto, aún a séptima hora, estaría repleto de gente. 
No me esperaba que apareciese, él no.
Cuando nos vio, me empezó a gritar. Me dijo que era una puta. Que por la mañana estaba con uno y por la tarde con otro. Me preguntó que si para las noches tenía otro.
Notaba cómo me caían las lágrimas de la rabia que tenía encima. Me cabreé mucho. ¿Quién es él para criticar lo que yo haga? Él, que hace lo que le da la gana sin tener que dar explicaciones. ¿Por qué se las tengo que dar yo? ¿Por qué?
- Muy fresca para ser tan joven, ¿no?
Esas son las palabras que más me dolieron de toda la discusión. No tenía por qué aguantar esto, joder. No tenía por qué.
Me tumbé como pude en el escaso hueco de debajo de la mesa e intenté tranquilizarme. 
Pasaron más de dos horas hasta que pude respirar hondo sin llorar. Me quité los cascos y me levanté con la intención de bajar a comer algo, pero cuando salí de mi escondite me encontré con algo que no me esperaba.
-¿Cuánto hace que estás aquí?-Pregunté con una voz muy débil.
-Lo suficiente para saber que no estás bien.
Estaba ahí, sentado en mi cama, como si nada. Ajeno a todo. Noté cómo otro par de lágrimas corrían por mis mejillas ardiendo.
-Ehhhh, pequeña. No llores, por favor. ¿Qué ha pasado?
Se acercó y me abrazó con fuerza. Yo empecé a balbucear.
-Estaba... y apareció... muy cabreado... y no sé como... pero yo no quería, de verdad Mille, yo no quería... y apareció... y me humilló... y tiene razón...
-Ehh, respira hondo. Empieza por el principio, por favor.
-Vale. Pero por favor, no te enfades conmigo. Te juro que no quería que nada de esto pasara y me siento muy culpable...

No hay comentarios:

Publicar un comentario