sábado, 4 de agosto de 2012

Capítulo 12

Las dos siguientes semanas fueron maravillosas. Y de hecho, si omitimos el dato de el choque con Matt, el castigo con Christian y la reaparición de mi padre, el primer día de clase no fue tan malo porque conocí a Mille.
Cada día, quedábamos para irnos juntos a clase. A parte de la media hora de antes para cumplir mi castigo, nos reservábamos quince minutos para estar a solas juntos.
A la salida me ayudaba con mi castigo para irnos antes y estar más tiempo juntos. Por las tardes se colaba por mi ventana y hablábamos de mil cosas, escuchábamos nuestras canciones favoritas juntos y jugábamos a juegos chorras. 
La verdad es que Mille era ese salvavidas en medio de la tempestad en que se estaba convirtiendo mi vida.
Christian y yo ya ni nos mirábamos. A veces me sorprendía mirándole y a él mirándome. Pero eso sólo duraba unos segundos.
No habíamos hablado. Tampoco quería saber nada de él, y sinceramente no me esperaba que me viniera a decir algo sobre lo ocurrido en aquella clase.
Mi "padre" y yo no nos habíamos vuelto a ver. Lo prefería, pero sabía que tarde o temprano volvería. Siempre vuelve. Tarde o temprano, vuelve.
Cada día estaba más enamorada de Mille. Es el típico niño que de primeras pasa desapercibido, pero que cuando le conoces sólo quieres besarlo y mirarlo a los ojos. No es que no tuviera carácter, porque también tenía bastante, pero conmigo era muy protector a la vez que encantador.
Me moría de amor cada vez que me miraba a los ojos, sonreía sin ningún motivo, me cogía en brazos y me besaba. Yo siempre me dejaba hacer, y él sabía respetarme.
Él sabía de sobra los límites que podía y no podía alcanzar.
Llevábamos dos semanas juntos y quería que se convirtieran en dos mil. Que cada instante, fuera eterno.
Uno de los días estábamos los dos tumbados en mi cama. Yo tenía la cabeza apoyada sobre su pecho y teníamos un casco cada uno, escuchando "The blood, the sweat, the tears" de Machine Head.
-Y tú... ¿cómo que sigues siendo virgen?
-Nunca había tenido novio antes.
-¿Nunca? ¿Estás de coña?
-No... nunca he sido precisamente popular. Tampoco ayuda el hecho de que mi madre me haga mudarme cada dos por tres. Y tú... ¿con cuántas has estado?
-¿Realmente importa eso?
-A mí sí. Es por saber con cuántas me puedes comparar.
-Tú no eres comparable a nadie, preciosa. Tú eres única y especial.
-No me cambies de tema. ¿Con cuántas has estado?
-¿Salir o sólo rollos?
-¿Has tenido las dos cosas?
-¿Y quién no?
-Yo. Bueno, dime las dos cosas.
-Novias, que de verdad me importaran, sólo dos. Rollos y novias sin importancia, como diez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario