jueves, 7 de junio de 2012

Capítulo 4

-¿Qué clase de niñatos irresponsables se pelean la primera hora del primer día del curso?
Vaya, sigo sin equivocarme.
-Pero, señor...-Empezó Matt.
-¡Ni señor ni nada! Estáis toda la semana castigados a 7ª hora a limpiar todo el instituto. Os lo pasaréis genial los tres juntos.
Perfecto, ya tenía yo poco como para encima tener que estar una semana entera aguantándoles mientras limpiamos.
Salimos del despacho y nos dirigimos a la clase. Matt se había ido y sólo estábamos Christian y yo.
-Por tu culpa, niñata, nos han castigado a nosotros.
-Clarooo, ¡no me acordaba que es que yo discuto sola!
- Cállate, si no quieres que te calle, payasa.
-¿Y si no me da la gana callarme?
-Pues acabaremos tú y yo muy mal.
De pronto me empujó y me tiró al suelo. Le puse la zancadilla y se calló, encima mía.
-¡Aggggr! Quítate de encima, imbécil.
-¿Y si no quiero?-Su voz se había relajado bastante y hablaba muy cerca de mi oído.
-Pues...-me estaba empezando a poner nerviosa. No sabía por qué pero aquella situación me incomadaba.
-Escucha-me dijo casi susurrando.-Yo no te odio, es sólo que...- empezó a acercarse más y más y las últimas palabras las dijo casi en mi boca.
-¿Molesto, señores?
Mierda, el señor Wood otra vez. Christian se levantó corriendo.
-No, ya habíamos terminado.
-Parece que en vez de una semana de castigo, ustedes quieren un mes. Muy bien. Que así sea.
¿QUÉ? No, joder, un mes no. ¿¿Un mes aguantando a este niño que me pone tan nerviosa?? No hay peor castigo.
Al terminar las clases, nos dirigimos al despacho del señor Wood para cumplir nuestro castigo.
-Muy bien, cojan un cubo y una fregona cada uno. Empezarán por fregar todas las clases. Señor Pears, usted se puede ir.
¡Encima! Lo que me faltaba. ¿Por qué él sí y nosotros no? Matt no lo dudó un momento y se fue.
-Cuando vuelva en una hora y media quiero ver que está todo hecho. Espero que se les de bien y se le quiten las ganas de... discutir.
El director se fue y nos dejó a Christian y a mí a solas.
-Creo que no hemos empezado con muy bien pie. -empezó Christian.- Yo no suelo ser así, no sé por qué he sido así contigo.
Jo, tampoco es tan mal chaval. Me quedé mirándole y sólo entonces, advertí la tristeza que abarcaban sus ojos azules. El chico, era bastante guapo. Rubio, ojos azules, pelo largo, nariz pequeña y bonita, sonrisa perfecta. No sé cómo no me había fijado antes.
-¿Te vas a quedar ahí embobada? Tenemos muchas cosas que hacer, te recuerdo.
-Eh... ¡sí! Perdón, estaba en mi mundo- intenté sonreírle.
-No hay cosa que más odie que una sonrisa de una niñata.

No hay comentarios:

Publicar un comentario